Wednesday, 16 April 2025

Feliz Semana Santa



Feliz Semana Santa


  —¡Esternocleidomastoideo! —dije yo bien alto contestando a la pregunta del profe de Lengua y Literatura.

—No, Dimas. A esa palabra le falta una vocal, la U —me contestó
—Ay, es verdad —reconocí decepcionado y seguí pensando.
—Tenéis que encontrar palabras que contengan las cinco vocales. Venga, que hay muchas, a ver quién es el primero en dar con alguna.
Toda la clase buscaba y buscaba una palabra que cumpliera con esa condición, tener las cinco vocales. El susurro en voz baja de cada uno de nosotros, creaba entre todos una curiosa atmósfera de intriga. La concentración era máxima hasta que...
—¡Abuelito—exclamó Jesús exultante— A, U, E, I, O. ¡Abuelito tiene las cinco vocales!
—Correcto —le felicitó el profe acercándose a darle una palmadita en la espalda— Pues muy bien ¿alguna otra se os ocurre?
Al rato, entre todos habíamos encontrando algunas más: murciélago; euforia; riachuelo; centrifugado... Pero quien había encontrado la primera era Jesús. Siempre Jesús a quien también llamábamos Contreras, por su apellido, para distinguirlo de otros Jesuses resultaba victorioso en todos los retos. Siempre Jesús era el más rápido, el más listo. Él era sin duda, y en todas las asignaturas, el primero de la clase en terminar cualquier tarea. Y también, consecuentemente, era el niño mimado del profesorado y la envidia constante de todos sus compañeros. 
  Satisfecho ya el profesor, acabó utilizando el ejercicio como muestra de "la gran riqueza sonora de nuestro idioma" y hablándonos de su importancia en la literatura. 
Escuchad por ejemplo la musicalidad que aportan las palabras que habéis encontrado: "el abuelito de aquel murciélago vuela con euforia sobre un riachuelo centrifugado" —exclamó ceremonioso señalando por la ventana hacia la lejanía para, tras una breve pausa, girar su cabeza hacia nosotros y empezar a reírse a carcajadas.
La clase entera celebró aquella ocurrencia tan simpática del profe con gran jolgorio hasta que, alzando su mano, nos interrumpió de nuevo para decirnos:
—Bueno, pues ya tenéis tarea para esta Semana Santa: Redactar un texto, de unas quince o veinte líneas y tema absolutamente libre, en el que vuestra atención se centre sobre todo en la belleza sonora de vuestro texto. Que al leerlo os guste cómo suena ¿de acuerdo? Seguro que vuestra redacción será mejor que la mía del "riachuelo centrifugado". Je, je —lanzó un par de risas más antes de abandonar la clase.


  Tras aquella etapa de rabiosa adolescencia en el instituto, Jesús y yo fuimos por distintos caminos, él estudió periodismo y yo farmacia —porque la nota de selectividad no me daba para hacer medicina pero nos veíamos de vez en cuando, sobre todo en asambleas y manifestaciones en las que coincidíamos. Eran tiempos de lucha estudiantil. En todos los actos reivindicativos él utilizaba su gran capacidad de análisis y su envidiable oratoria para convencer y arrollar a todos los presentes en cada debate. A mí, en cambio, me costaba participar de forma activa, siempre fui algo tímido. Él era siempre el protagonista principal en todas aquellas actuaciones, yo sólo un actor muy secundario. Así, año tras año, la popularidad de Jesús fue aumentando hasta conseguir más de un millón de seguidores en redes sociales. Cada vez que coincidíamos, mi envidia aumentaba al verle aún más seguro de sí mismo, mientras yo seguía igual de apocado. A pesar de todo nuestra relación era cordial y hacíamos lo posible por vernos y tomar una cerveza juntos de vez en cuando. 


  Yo siempre había pensado que el futuro de Jesús sería la política, pero me equivocaba. Al terminar los estudios y tras varios masters en el extranjero, él tuvo propuestas de al menos dos partidos políticos para que se afiliara y asumiera puestos de cierto nivel, e incluso entrara en las listas electorales con opciones de ser diputado. Pero también tenía ofertas muy tentadoras para incorporarse a los grandes medios de comunicación; y como comunicador él era, desde luego, un auténtico crack. Así que fue eso lo que eligió. 
 Yo en cambio me metí de dependiente en una farmacia de mi barrio y comencé una fase de aburrimiento vital. Poco a poco fui perdiendo el norte y sucumbiendo a diversas tentaciones: empezando por drogas suaves, hachís, marihuana, etc. ; después cocaína;  y luego ya, para colmo, empecé a experimentar con algunos fármacos que tenía más a mano. En fin, un desastre. 


  "El tiempo pasa... nos vamos poniendo viejos" —cantaba Pablo MilanésAhora Jesús, Jesús Contreras, es un extraordinario comunicador que dirige variados y espectaculares programas, siempre en horario de máxima audiencia, que van desde las tertulias políticas del más alto nivel hasta exitosos programas de humor en los que a veces tiene incluso la desfachatez de aparecer por sorpresa y hacer el payaso con notable solvencia. Jesús  es un auténtico líder de masas, tanto en este país como en el resto de los de habla hispana. 
  Estimado lector de este relato:  te contaré que, como es lógico, Jesús está siempre ocupadísimo, sin tiempo alguno para dedicar a sus amigos más fieles, entre los cuales, según él, me encuentro yo. Pero aún así nos vemos con cierta frecuencia. Precisamente ahora acabo de colgar el teléfono tras una breve conversación con él. Sí, el sonido especial que tengo asignado a sus llamadas entrantes me sorprendió en pelotas recién salido de la ducha pero me apresuré a atender su llamada.
—Hola Jesús ¿Qué tal?
—Mi querido Dimas ¿Cómo estás?
—Pues bien, muy bien, en pelotas ahora mismo.
—Ja, ja, qué bueno. Oye, mira, necesito verte con mucha urgencia. Te voy a pedir un favor, ya sabes tú lo mucho que agradezco siempre tus favores ¿Podríamos quedar esta misma mañana?
—A tu disposición, Jesús. Dime ¿Dónde nos vemos?
—Pues creo que va a ser mejor si me acerco a tu casa como hemos hecho en otras ocasiones ¿Te vendría bien?  
—Por supuesto. Aquí te espero.
 Entre él y yo a veces sobran la aclaraciones. Sé perfectamente el tipo de ayuda que requiere de mí. 
 Perdona, querido lector, que interrumpa ahora mi relato, pues tengo que preparar urgentemente lo que que creo que Jesús necesitará. En seguida vuelvo...
...
¡El timbre del telefonillo!  Buff... Tengo la casa patas arriba.
—¿Si, hola?
—Hola Dimas, soy yo.
—Te abro
...
—Pero hombre ¿no estabas en pelotas? Oye, cómo eres, no hacía falta que te vistieras. Ja, ja.
  Perdona, estimado lector, de nuevo te dejo a la espera. Tengo que atender a mi amigo Jesús.
...
Ya se fue. Buf... En que líos se mete este hombre. Te cuento. Os cuento, queridos lectores (en plural por si sois más de uno): 
Yo no sabía nada de ello. La verdad es que veo poquísimo la tele, apenas me interesa. Pues resulta que esta noche Jesús ha montado un programa, un espectáculo más bien diría yo, del que hay una expectación tremenda; se espera batir todos los récords de audiencia. Con motivo de la Semana Santa él ha conseguido poder reunir en un mismo plató a: los más resabiados gurús y críticos anti eclesiásticos; a varios portavoces de partidos políticos; y... aquí viene lo mejor: al Presidente de la Conferencia Episcopal, que vendrá acompañado por dos de sus "discípulos" más aventajados: el Cardenal Emérito de Valencia y el Obispo de Alcalá de Henares, los miembros más integristas del actual clero. Absolutamente tremendo. Todo el debate se emitirá en riguroso directo. Pero me falta por contaros lo más importante para mí, atención: Jesús quiere que yo esté también en el plató, entre el público por si en algún momento "le hago falta". Os preguntaréis el por qué de mi presencia en un show como este, claro. Pues no se debe sólo a nuestra "amistad de toda la vida", que va. Él requiere mi presencia allí porque se va a sentir más seguro teniéndome a mano, ya que, además de ser su amigo soy su camello ¿no os lo había dicho aún? Pues sí, soy el prescriptor y suministrador de todo tipo de sustancias requeridas para que este excelso líder de los medios de comunicación se sienta seguro de estar dándolo todo, absolutamente a tope, en cada actuación. Y muy especialmente esta noche en la que el reto es tan alto como el mismísimo cielo. Os dejo hasta entonces que voy a hacer zapping en la tele y a cotillear por las redes sobre este programa. Hasta luego. Adiós, adiós.
....   ...

  Han venido a buscarme para llevarme al plató. Yo nunca había montado en un Audi A8, joder, cómo mola. Supongo que no me dejarán sacar el móvil durante el show, por tanto lo voy a mantener encendido y escondido en un bolsillo, para así poder ir grabando en voz bajita todas mis impresiones como espectador directo. Eso sí, esperemos que no haya necesidad de ayudar a Jesús en alguna de las tres paradas de seis minutos previstas para publicidad, que es lo que hemos acordado él y yo como "plan de emergencia farmacológica".
 Hemos llegado. Deben tener instrucciones específicas para mí porque no me han preguntado nada al entrar al edificio; directamente me han acompañado con toda amabilidad al plató número 3 y ya estoy acomodado en una butaca de la segunda fila, justo al lado del pasillo. Estupendo.  
  Ya está el patio al completo y ahora empiezan a entrar los invitados al debate. Se acerca Jesús a saludar personalmente a cada uno de ellos.  
Se encienden los focos, se apagan las luces de sala. Todas las cámaras listas. Suena la fanfarria...  "Señoras y señores...:" Ahora un redoble de tambor... "Da comienzo la función". Aplausos y vítores del distinguido público presente en el plató.
Impresionante la entrada y ha sido magnífica la presentación inicial de Jesús. Frases exquisitamente elaboradas y declamadas con la cadencia y la entonación precisas. "Centraos sobre todo en la belleza sonora de vuestros textos" nos decía el profe de Literatura. Me lo imagino ahora pegado al televisor viendo a su alumno favorito; estará colmado de satisfacción al comprobar que sus clases han valido para algo. 
Todo está perfectamente calculado. Da la palabra primero a la clerecía. Discurso predecible y somnífero del Presidente de la Conferencia Episcopal que Jesús interrumpe con suma elegancia para contrastar la opinión de un filósofo crítico. Otro pestiño de intervención. Ahora da paso a los políticos pidiéndoles que se ciñan a dar los titulares de sus puntos de vista, pues "el programa es largo y tiempo habrá de desarrollarlos". No le hacen caso en absoluto y se enzarzan en retóricas discusiones. Hasta ahora el debate está resultando infumable.
  Se anuncia el primer descanso de 6 minutos para publicidad. No sé, me parece que Jesús no está muy satisfecho. Me levanto para buscar su mirada, pero está muy liado con los técnicos.  Por fin me mira riéndose y levantando su dedo pulgar. Fenomenal. Me deja tranquilo. No he podido confirmar con él que haya seguido mis instrucciones de uso para los dos brebajes especiales que le preparé. "Quiero sentirme con agilidad y brillantez, ya sabes, reflejos a tope para reaccionar ante cualquier situación que pueda presentarse —me indicó pero también quiero resultar imaginativo y ser capaz de idear e inducir hermosos sueños a los espectadores" Complicados los deberes que me puso para esta ocasión tan singular. Yo a él por ahora lo veo que está magnífico pero hay algunos contertulios, auténticos plomazos, que podrían matarnos de aburrimiento y dar al traste con el programa, espero que no.
  Ya empieza la segunda parte. Otra vez turno para la Conferencia Episcopal. 
—Hay que resaltar los valores sociales que conlleva la celebración de la Semana Santa. en la que solemos ver, por ejemplo, bajo esos bellísimos pasos sacramentales, a personas de muy distintos niveles sociales que se apiñan y sacrifican juntas para un mismo objetivo: Conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor. Valga de ejemplo la singular...
—No, yo no puedo estar de acuerdo, perdone —el filósofo crítico interrumpe al clérigo haciendo caso omiso a las advertencias de Jesús para que respeten los turnos de palabra—.  El sentido de la Semana Santa podría residir en su capacidad para inspirar comportamientos éticos, eso sí, o para ayudar a generar auténtica cohesión social. No bajo los palcos sino en toda la sociedad en su conjunto. Si así fuera, su celebración tendría un valor práctico significativo, sí, pero resulta que, según estamos comprobando en este mismo debate, lo que genera es precisamente todo lo contrario: incomprensión e intolerancia entre unos y otros.
  Esta intervención levanta las protestas de los tres clérigos. Varios minutos de caos, con diferentes debates simultáneos en paralelo que Jesús no es capaz de reconducir. Ahora una política resabiada que aún no había participado pide insistentemente la palabra elevando la voz y permite por fin a Jesús establecer orden en el debate señalándola a ella para que intervenga y consiguiendo una cierta calma en la sala.
—A ver: ¿A ustedes qué opinión les merece una Iglesia Católica que posee más de 100.000 propiedades inmobiliarias en este país, siendo como somos un país constitucionalmente laico, señores? A mí me resulta ignominioso. —vuelve cierto algarabío entre los presentes y ella sube el volumen de su voz para continuar— Lo mismo que los miles de hectáreas de terrenos desaprovechados, aún en manos de la Iglesia, que podrían estar usándose para fines productivos ¿Qué impacto tiene eso en nuestro PIB? ¿eh? 
Los tres clérigos manifiestan sonoramente su indignación por lo dicho. Otra vez el patio revuelto.
—Ninguno, ningún impacto —le responde con voz gritona otra política de rubia melena y afilados zapatos— Te estás montando una película absurda que no nos lleva a ninguna parte. Sólo pretendes faltar el respeto a la Iglesia que durante toda la historia nos ha ido iluminando el camino del bien, el camino de la santidad, para que llegues ahora tú aquí a decir barbaridades y a... —las airadas protestas y abucheos de buena parte de los presentes impiden seguir escuchando la intervención. 
  El debate se ha vuelto absolutamente incontrolable. Veo a Jesús descentrado. Ahora se le acerca el regidor. Imagino que le propondrá adelantar la siguiente pausa. Pero.... ¿Qué le pasa a Jesús? Le veo con mala cara. Tiene la mirada perdida y no atiende a lo que le dicen. Buff... Tal vez me pasé de dosis en alguna de las sustancias. Tanto el público como los tertulianos han percibido que algo extraño sucede. Se produce un silencio absoluto en todo el plató. Y ahora... ¡Por Dios! parece que pierde el equilibrio. Jesús se apoya en el brazo de uno de los cámaras. Se encuentra mal. Me levanto y voy corriendo hacia allí.
—Jesús, Jesús ¿Estás bien?
Él gira su cara hacia mí con la mirada perdida y me dice:
—No te preocupes, Dimas, no te preocupes...  Estoy bien —me contesta, esta vez  mirándome por fin a los ojos.
  Jesús se desplaza ahora con lentitud ceremoniosa hacia el centro del plató, yo le sigo, y desde allí se dirige a todos para decirnos:
Perdonad. Os ruego perdonéis esta pequeña ausencia mía —el silencio es absoluto en todo el plató, todos estamos atentos a las palabras que lentamente Jesús nos dirige— Ya estoy bien. Es que he tenido que... —una nueva pausa prolongada  He tenido que ir un momento a orar a...  —se gira para señalar la esquina del escenario donde había tenido ese pequeño desmayo— a Getsemaní.
  Para mí ya está claro: me he pasado en la dosis del alucinógeno. Nadie se mueve, ni los del escenario y sus aledaños ni el público asistente en sus butacas. Toda la atención está concentrada en él. Pero transcurridos unos cuantos segundos es el Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Argüello, quien rompe ese silencio trágico poniéndose en pie y preguntando a Jesús con voz grave:
—¿A orar a Getsemaní has dicho?  —todas las miradas se desvían hacia el clérigo pero rápidamente vuelven hacia Jesús en espera de su respuesta. Él tarda unos cuantos segundos más en girarse lentamente hacia su interlocutor para responderle:
—Sí, al jardín de Getsemaní, ese que está en una de las laderas del Monte de los Olivos. 
La respuesta ha descontrolado al Monseñor quien frunciendo el ceño se vuelve a un lado y a otro para mirar a sus acompañantes y decir indignado a Jesús:
—¿Que te has ido a orar al Monte de los olivos...? Ya...  O sea que ahora te crees que eres el Hijo de Dios, ni más ni menos —se lleva las manos a la cabeza para continuar exclamando a gritos: ¡Lo que eres es un blasfemo, un... hereje, un...!  —Indignado empieza a recoger los folios que tenía sobre la mesa— Nos vamos. Se ha acabado. Esto es un sucio montaje, una ultrajante ofensa a la Iglesia Católica. ¡Ni un minuto más, nos vamos!
Jesús da un par de pasos al frente y levanta ahora su mirada hacia la cámara cenital allí dispuesta y declama en voz alta y solemne:
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Los murmullos se disparan por todo el plató. La expectación es máxima. Nadie entiende nada de lo que allí está ocurriendo. Yo me acerco a Jesús para posar mi mano en su hombro y decirle flojito al oído:
No te preocupes, Jesús, ya se te está pasando el efecto, en un rato te encontrarás bien, ya verás.
Él me coge de la mano y con una voz profunda declara ante todos:
—Gracias, por tu apoyo, Dimas. Te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Reino de los Cielos.
—De acuerdo, muchas gracias, Jesús, —le contesté en voz alta y clara siguiéndole el rollo que se estaba marcando pero tú ya te encuentras bien ¿no? 
Si, si, no te preocupes —me responde de nuevo en voz baja y se acerca a mi oreja para confidencialmente decirme: —Tú a partir de ahora imita mis movimientos. 
  Algunos de los presentes han empezado a reconocer aquellas frases bíblicas de Jesús, de Jesús de Nazaret en boca de nuestro Jesús, Jesús Contreras. La tensión en el plató es tremenda. Los clérigos no terminan de marcharse, se han puesto de pie pero siguen atentos a lo que sucede. Todas las miradas concentradas en Jesús y en mí, emplazados en el centro del escenario. 
—Siento un profundo dolor —declama Jesús ¿También tú, Dimas?  
—Sí, yo también —le contesto y veo que él empieza a estirar y levantar con parsimonia sus brazos hacia los lados. Yo me separo de él un par de metros y le imito levantando los míos. Todo muy lentamente. Ya estamos los dos con los brazos en cruz.
La expectación del público es máxima. Estoy alucinado. Todos los aquí presentes están alucinados.  Imagino que los técnicos siguen haciendo sus funciones adaptándose como buenamente pueden y este inesperado espectáculo se seguirá retransmitiendo en riguroso directo. Está claro, Jesús debe tener por costumbre salirse del guion y sorprender a todo el mundo incluidos los técnicos, que tienen que reaccionar a toda prisa. Y así lo hacen, pues ahora han puesto una música celestial que magníficamente nos acompaña en este transito final hacia la otra vida. Las luces se concentran en nosotros dos. 
—Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu —declama ahora Jesús en un tono tremendamente dramático.  La música aumenta gradualmente su volumen.  Jesús lanza un angustioso y estridente quejido final, al que yo acompaño con otro más flojito para no quitarle a él protagonismo. Se apagan todas las luces durante un par de segundos volviéndose a encender para resaltar nuestros cuerpos crucificados y dar por concluido el espectáculo.
  ¡El público presente aplaude emocionado! Es impresionante. Hasta los cámaras, los de sonido, todos aplaudiendo. Se escuchan ¡Bravos!  Ahora por fin los tres clérigos abandonan el plató. Imagino los titulares de mañana en sus medios afines. 


  Queridos lectores de este relato, de esta extraña crónica que da un giro tan inesperado a mi vida: Quiero compartir con vosotros mi satisfacción. Es la primera vez que realizo un papel de tanto protagonismo; durante unos minutos estelares he tenido la suerte de encarnar a mi tocayo Dimas, el legendario "buen ladrón" que fue crucificado hace más de veinte siglos justo al lado de Jesús de Nazaret. Ha sido para mí una auténtica gozada.
Bueno, pues ahora ya me toca despedirme. No sé en qué medida os habrá gustado el texto que acabáis de leer, tal vez os haya podido ofender, si es así os presento mis más sinceras disculpas. En cualquier caso os deseo a todos una muy feliz Semana Santa.

Algunas declaraciones polémicas de Monseñor A.