Tuesday, 18 May 2021

¡A tres euros!

 


—¡A tres euros, a tres! ¡Compren, compren las ricas empanadas!

—Perdone. Oiga, perdone la pregunta ¿vende usted también empanadas? Porque no las veo.

—Ay qué lástima, señora, acabo de comerme la última. Pero acérquese, que tengo de todo.  ¡Busque, busque y encontrará lo que siempre quiso tener! ¡A tres euros, a tres! ¡Coches eléctricos de alta gama, oiga, a tres euros!

—Je, je. Por lo que oigo, vende usted de todo.

—Le cuento, en confianza: es que llevo la mañana entera voceando “camisetas a tres, calzoncillos a tres” y todo el mundo pasa de largo. Vamos a ver si con apartamentos pica alguien...   ¡Apartamentos a tres euros, oiga! ¡Lujosos apartamentos en primera linea de playa a sólo tres euros! ¡Acérquense y busquen, que tengo de todo, oiga! ¡A tres euros, a tres!

—Ah, pues a ese precio póngame un apartamento, sí; con buenas vistas al mar ¿eh?

—Eso está hecho. ¡A tres euros, todo a tres euros!

—¿Oiga... y, entre tantas cosas, no tendrá por casualidad un trabajo fijo y con buen sueldo?

—Claro que sí, señora. En cuanto la vean a usted con esta blusa tan elegante, la contratan. Mire, mire qué prestancia tiene esta blusa. Azul celeste, a juego con sus ojos.

—Ya veo, pero no se preocupe, que la ropa no me interesa.

—¡A tres euros! ¡Vean, vean qué pulseras de plata me traigo hoy! ¡Pero bueno... ¿a tres euros pulseras de plata? se preguntarán. Pues sí, claro que sí, todo aquí es a tres euros! ¡Apresúrense, que me las quitan de las manos, oiga!

—Enséñeme esas pulseras, venga.

—Buenísimas son. Mire, señora, esto sí que es calidad ¿eh? Las tiene de diferentes tamaños y modelos. Dígame ¿cuál es su preferida?

—Muy bonitas son, sí, pero de plata plata... es exagerar un poco ¿no?

—Es bisutería fina, oiga, de la buena, buena. Y por ser para usted, que es la única que me ha hecho caso en toda la mañana, se la dejo en... Acérquese, acérquese que no me gusta andar gritando los descuentos que hago. Pues mire... esta... o esta otra, la que prefiera de las dos, es para usted... gratis. Es que con esos ojos azules, mágicos, y esa figura tan hermosa que tiene, me ha vuelto usted loco. Se la regalo, venga.  ¡A tres euros, todo a tres euros!

—Ja, ja, es usted muy amable, pero no, yo le pago como está mandado. Venga, esta, me llevo esta que es preciosa ¿Cuánto dijo que costaban?

—Ah... eso sí que es bueno, o sea que no sabe lo que valen.  Ja, ja, ja. Ahora es usted la que me ha hecho reír a mí. Se las regalo, de verdad. Te las regalo con todo mi corazón, y perdona que te tutee, porque además de hermosa se te ve que eres muy buena gente. ¡A tres euros, todo a tres euros! ¡Compren, compren ustedes estos magníficos besugos recién salidos del mar!

—¿Ahora besugos? Qué maravilla, qué extraordinaria imaginación. Vale, acepto tu regalo pero acepta tú también el mío, que son estos tres euros, por favor.

—Que no, de verdad, que me hace mucha ilusión verte con esa pulsera. Venga, te la pongo... a ver... Oh... qué clara y tierna es tu piel. Qué contraste con la mía ¿verdad? Mira, perfecta te queda la pulsera.

—Pero acéptame el pago, por favor te lo pido.

—Imposible. ¿Como voy a aceptar dinero de un besugo tan amable y hermoso?

—¿Me estás llamando besugo? Pues oye, eso no es un halago precisamente.

—¿El besugo? Es el pez más caro. Dicen que está riquísimo.

—Ya, pero también significa... algo malo, no sé. A ver qué dice el diccionario... “Be-su-go, de-fi-ni-ción”

—Anda, se lo preguntas al móvil. Cómo mola.

—Mira. Te leo: Según la RAE, besugo es un “pez teleósteo marino, acantopterigio, de color rosáceo, generalmente con una mancha negra en la zona de las aletas pectorales, ojos grandes y cuya carne es muy apreciada”.

—Eso es. Justamente lo que yo te digo: tus ojos son grandes y bellísimos, bien abiertos para descubrirlo todo; tu carne rosácea, preciosa. Sólo me quedaría por averiguar si en tus pectorales hay una mancha negra, o sea: un lunar, para constatar que eres una auténtica besuga.

—Je, je. Pues probablemente, porque, a pesar de mi piel tan blanca tengo tantos lunares por todos sitios. Mira... ¿ves? en la cara, en los brazos...

—Es verdad, qué maravilla. A mí es que los lunares me encantan; y qué bellos son los tuyos. Yo, con esta piel tan oscura, parezco negro ¿verdad? pero no lo soy, es un lunar, todo yo soy un lunar.

—Ja, ja... Me mondo de risa contigo, oye, con ese corpachón alargado que tienes y esa sonrisa pícara asomando ahí arriba. Si yo soy besugo, tú eres una jirafa simpatiquísima. 

—¿Jirafa...? Qué emoción. Jirafa es lo mejor que me han llamado en toda mi vida.  Gracias, besuga mía. 

—Gracias a ti, jirafo. Bueno, pues ya que no me vendes empanadas, me tendré que ir a ese bar, que tengo hambre y, mira, veo que dejan una mesa libre. ¿A qué hora cerráis hoy los puestos?

—Ya mismo. En cuanto me compren dos sonrisas más, recojo todo y comemos juntos los cuatro.

—Ja, ja. Genial. Pero no caben cuatro, la mesa es pequeña. Mírala, es una mesa sólo para dos: un jirafo y una besuga. 

—Ah sí, sí, es verdad.

—Creo que esto es el comienzo de una buena amistad. Voy pillando la mesa, que no nos la quiten. Hasta ahora. No tardes, jirafo.

—Hasta ahora mismo, preciosa besuga.  ¡A tres euros, a tres! ¡Acérquense y vean! ¡Tengo de todo, oiga: aviones supersónicos, lujosas pateras, vientos del norte, tempestades del sur. ¡Todo a tres! ¡Y sonrisas, las mejores sonrisas a sólo tres euros!


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