Monday, 13 January 2025

En Madrid también tenemos animales muy cariñosos




    La ocasión es aquí y ahora, está claro, pero sin prisas, joder, mejor esperar a que ella se acerque al borde y pueda empujarla de forma rápida. Eso es, será apenas un instante de nada, un trágico accidente.
    —Nunca habíamos venido aquí en un día tan claro, hay una visibilidad de la hostia. Fíjate, se ve hasta la carretera comarcal ¿no es aquella? ni caso me hace— Acércate, mujer, que desde ahí no ves nada.

    —¿Acercarme al acantilado?  Ni de coña, con la altura que tiene esto. Mi madre nunca nos dejaba subir ¿sabes? nos decía: “Si vais a las peñas, ni se os ocurra acercaros al acantilado”. Y mi hermana no le hacía caso, veníamos las dos y ella se ponía justo al borde, así igual que tú. Yo en cambio siempre fui más prudente.
    Es curioso, porque de pequeña no valoraba en lo más mínimo nada de esto, odiaba venir a la aldea, aquí me aburría y estaba siempre deseando volver. Ahora en cambio no soporto Madrid. Aquí con este solecito se está de maravilla, qué sensación de paz, este airecito con aromas de romero y lavanda, una gozadaÉl puede hacer lo que quiera, pero yo lo tengo absolutamente decidido: me vengo a vivir aquí, aunque sea sola. Casi preferiría sola.
    —Que no se nos olvide medir la cocina ¿eh?, bueno, y todas las habitaciones. A ver qué muebles de casa nos podemos traer. Yo creo que la mayoría son aprovechables.
 
  Calma, joder, calma. Tengo que mantener la cabeza fría y esperar el momento preciso.
    —Eh... Ah sí, hay que medirlo todo muy bien, sí. Pero acércate, anda, verás qué maravilla de vistas.

    Lo bien que va a estar Peluso aquí, corriendo en libertad por todas partes. No sé por qué leches hemos tenido que dejarlo en casa, encerrado en la terraza el pobre. Estoy harta, siempre tengo que ser yo la tonta que ceda en estas discusiones. Y debe hacer un calor tremendo en Madrid, por dios, con lo mal que soporta él el calor. Debería llevarlo al peluquero, que le hagan un buen pelado de cara al verano. Aunque, qué tontería, aquí no le va a hacer falta, va a estar bien fresquito. 
   —Y la obra... lo mínimo posible ¿eh?. Hay que hacerle una buena caseta a Peluso, eso sí; revisar el tejado y reponer las tejas que faltan; pintar toda la casa por dentro y por fuera; y... poco más. No vamos a gastarnos el dinero sin necesidad.

   A lo mejor si la provoco se acerca, no sé... O no, vete tú a saber, tal vez se le ocurra largarse y entonces sí que la hemos jodido, las reacciones de esta cretina son imprevisibles. Lo intentaré.
   —¿Dinero dices? Pero si ahora estás forrada, tienes para hacerte diez casas nuevas si quieres. Por cierto, sigo pensando que la finca que se queda tu hermana es mucho mejor que esta ¿eh?, sin comparación. Hemos hecho el tonto.

   —¿Cómo que “hemos”? La herencia es mía, perdona. Y lo del régimen de gananciales ya te he dicho que hay que revisarlo cuanto antes, y no te lo tomes a mal, por dios, se trata sencillamente de poner las cosas en su sitio. Es lo normal ¿no?. En cualquier caso no insistas, leches, el asunto de las fincas está cerrado, las escrituras firmadas y no vamos a darle más vueltas a eso. De verdad que estoy harta de ese dichoso tema.
 
 Esta mujer es absolutamente gilipollas, y desde que se cree que va a poder ser una niña rica está más gilipollas aún, si cabe. No mueve el culo, hostias, y yo no querría tener que forzar la situación.
  —Por allí viene el pastor. Mira, ven a verlo, ahí está con su rebaño. Ese era pariente de tu familia ¿verdad? 

  —Será pariente de... quien yo te diga, imbécil. Te inventas las cosas. Te lo inventas todo y luego te lo crees, que es lo peor.

  —Será pariente de mi puta madre ¿no? venga dilo, mujer, no te cortes.

  —Yo nunca diría eso de tu madre, por dios, ya lo sabes.

  —Joder, pues fuiste tú quien me contó que ese pastor era familiar vuestro, no sé si muy lejano o qué, pero me lo dijiste, y creo que fue el primer día que me trajiste aquí, hará ya diez o doce años ¿no?. Me acuerdo perfectamente, porque luego estuve un buen rato charlando con él, y me soltó una frase... magnífica, de esas que jamás se olvidan.

  —Déjate de frasecitas que se nos echa la tarde encima y hay mucho que hacer. ¿Vamos de vuelta o qué?

  —Ah, mira, fíjate cómo el perro le ayuda a juntar el rebaño, es increíble... Que te lo estás perdiendo, mujer, ven a verlo.
     Bueno, por lo menos he despertado su curiosidad y se ha puesto de pie a mirar. Pero sigue sin acercarse al borde, hostias, me lo está poniendo difícil. 
   Acércate, mujer, escucha el sonido de sus badajos, qué bucólico, todo muy campestre como a ti te gusta. Mira, las lleva sin esquilar, con toda su lana. Bueno, pues lo que te iba diciendo: aquel día las llevaba igual de lanudas que hoy y, después de estar un buen rato charlando, contándome las ventajas de vivir en el campo y tal, va y me dice: “ Es que donde esté una buena oveja, con toda su lana... que se quite cualquier mujer” Ja, ja, qué bueno ¿verdad?

   —Corta ya el rollo, tío. Qué estupideces cuentas, me tienes harta.

   —Te lo juro que me dijo eso, me acuerdo perfectamente. Y yo le contesté: “Sí, seguro que sí, pero bueno, en Madrid también tenemos animales muy cariñosos: perros, gatos...; y hay mujeres que lo tienen muy claro: donde esté la lengua de un buen perro, de esos bien lanudos, que se quite...”   

   —¡Eres un gilipollas de mierda!  Me cago en todos tus....

   ¿Pero qué haces, mujer? Pero... ¡Aaaaaaaaaaah... !

    ...
    —¡¡Dios mío...!!  ¡Lo que he hecho, por Dios! ¡Lo que he hecho!



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