La noche que albergas en tu regazo
“¿Tú podrías ayudarme
a corregir un relato?”
“Por supuesto —me contestas—
llevo sin leerte años”.
Imprimo el texto y lo tomas
ahora los dos nos sentamos
tú en el sofá —estás preciosa—
yo en el sillón de al lado.
“Pues... a ver qué te parece
Te dejo leer. Me callo”
Cruzas tus piernas con magia
yo, sin poder evitarlo,
me transformo en esos folios
que ya acarician tus manos;
una busca por mi frente
las palabras que he soñado:
humedad, cueva, secreto,
aromas, besos, diablos;
la otra repta por mi nuca
deslizándose despacio
imaginando el principio
de algún viaje anhelado
Dos metros, no más, separan
nuestros cuerpos de un abrazo
Yo me hago el distraído
pero te estoy observando
de reojo, con sigilo
y advierto en ti un gesto amargo
como queriendo extirpar
del papel algunos párrafos.
Interrumpes la lectura,
no sé si ya has terminado
o es tan sólo una pausa,
tu mirada vuela largo...
Sólo han sido diez segundos
y nunca he esperado tanto
No lo acabo de creer
tu rostro se ha iluminado
y por fin una sonrisa
se abre paso entre tus labios
Giras la vista hacia mí,
me invitan tus ojos claros
Un río ansioso me inunda
y ebrio de ti me levanto
Voy a descubrir la noche
que albergas en tu regazo