(intro)
Durante la lectura anterior, Antonio B se había ausentado momentaneamente de la reunión virtual, desapareciendo de su ventanita en la pantalla; al rato volvió con la mascarilla puesta y en compañía de un niño de unos cuatro o cinco años que, con mucha atención, se puso a escuchar la historia que se contaba. Al terminar, la reina Josep se dirigió a él:
—Hola, hola, mozalbete ¿Qué tal? ¿Te ha gustado el cuento? —el niño no se percataba de que la pregunta iba dirigida a él, por lo que fue Antonio B quien respondió:
—Mucho ¿verdad que sí? Es el menor de mis nietos —dijo presentándolo— En su clase ha habido dos positivos por coronavirus y los han enviado a todos a sus casas confinados por diez días. A todos menos a algunos que, como veis, son sus abuelos quienes los tenemos aquí de internos.
—Ojú, pero qué abuso ¿no? ¿y sus papás? —preguntó Nacho.
—Tienen que currar —contestó Antonio— Y que los cuide una babysitter no es una opción recomendable, sería otra fuente más de posible contagio. Total que les han hecho una PCR a él y a su hermano, que han salido negativas, y aquí están los pobres con sus abuelos, todos enmascarillados.
—Pero bueno ¡Qué abuso! ¡Tremendo! —se oyeron coincidiendo varias voces.
Aquello dio pie a un acalorado debate sobre el asunto con opiniones de lo más variadas, que fue subiendo de tono hasta que Josep llamó al orden:
—Por favor, queridos bremenautas: mantengamos la calma y el decoro, que hay niños.
Pero Antonio B, que había puesto en mute su micrófono, debió convencer al niño para que se fuera a la cama y este se despidió con un "Adióooos" insonoro y agitando su mano.
La reina de la jornada consiguió entonces reanudar la sesión diciendo:
—Venga, pues liberado ya de tus "obligaciones", je, je —entrecomilló con el gesto de dos dedos de cada mano—, estimado Antonio: te toca ser el siguiente narrador.
Sin más preámbulo, Antonio B compartió en pantalla completa su texto, repartió los personajes: "Ana será Eva, Carlos su marido viajero y Nacho el amante; yo haré de geranio". y comenzaron a leer.
En el balcón
Estás preciosa. El sol irrumpe en nuestro balcón; sus primeros rayos, muy oblicuos, realzan el color de tus pétalos. Jamás he visto un rojo tan intenso. Tus hojas se desperezan y su aroma dulce me inunda, me envuelve con ternura seduciéndome hasta las raíces. Estás tan cerca... Apenas un centímetro me falta por crecer para tocarte. Mira los capullos de mi rama más próxima a ti: están temblando de impaciencia por abrir y acariciarte. Y gozoso percibo cómo también tú creces y te acercas lentamente hacia mí. Día tras día nos estiramos ansiosos el uno hacia el otro.
(Brrr, brrrr)
(Brrr, brrrr)
Llevamos toda la primavera esperando. Mañana, seguro que mañana nos tocaremos por primera vez, será un momento mágico.
¿Has visto con qué envidia me miran los otros geranios? Lo siento, sí, ya sé que nos trajeron a todos a la vez; estábamos desorientados ahí en el suelo, cada uno en su tiesto; después nos fueron colocando uno a uno, sumisos, colgados en fila a lo largo de la barandilla, y... ¿qué le vais a hacer, compañeros? fui yo, sólo yo, quien tuvo la enorme fortuna: aquí estoy, justo al lado de la petunia más hermosa del mundo.
(Brrr, brrrr)
—¿Qué es eso, Eva?
—Mm... ¿qué?
—Ese ruidito en la cocina ¿no lo has oído?
—Mm... no
(Brrrrr, brrrrrrrr)
—Ah sí, es... es el telefonillo, el del portal. Me cago en...
—Pero... ¿qué haces? No te levantes, mujer, sigue durmiendo.
Horror, abren el balcón. Se acabó la tranquilidad, mira, ya sale esta gilipollas; qué raro, con lo temprano que es. Espero que no se le ocurra olernos, no me gusta nada, con esa nariz chata y medio atrofiada que tiene; y menos aún que te ande manoseando, como hizo ayer, no lo soporto. Bueno, por ahora no, sólo se asoma a la calle, muy sigilosa, eso sí. Vaya, nos está utilizando para esconder su mirada. Ya se mete, menos mal.
—¡Hostias, ha vuelto! Pero hoy... ¿qué día es hoy?
—Ni idea. Oye… no se te ocurra contestar ¿eh? Déjale que llame todo lo que quiera. Tú no estás en casa y punto.
—No lo entiendo, pero si me había puesto una alarma en el móvil para que me avisara el día anterior a su llegada. Te juro que estaba todo perfectamente planificado. Míralo... Ah no, hostias, lo puse la semana que viene.
—Pues no pasa nada. Sigue durmiendo, mujer; pero la próxima vez hay que mejorar esa planificación ¿eh?
—¿Y por qué no ha entrado directamente? Ah, claro, se olvidó aquí las llaves; siempre le pasa.
—Mira qué suerte tener un marido despistado, ¿eh? nos ha evitado un sobresalto mayor. No le des más vueltas: a dormir.
Poco a poco se eleva el sol, su energía penetra en nuestras hojas haciendo de cada instante un deleite profundo. Voy a concentrarme de nuevo en tu aroma, aunque... es difícil porque la muy estúpida se ha dejado la puerta abierta y se percibe el olor a humano de ahí adentro, qué asco.
(Brrrr, brrrr; brrrrr, brrrrrrrr)
—Ay, qué desastre, por dios.
—Pero qué insistencia más absurda, coño. ¿No ve que no estás? ¿Quién se ha creído que es? Va a despertar a todo el vecindario. Que no, mujer, que no te levantes.
—Ssss… Calla. Estate callado un momento, por favor te
lo pido, que no se te oiga en absoluto.
—Me parece absurdo, pero tú sabrás lo que haces. Venga, me callo.
—Hola ¿quién es?
(—Eva ¿qué pasa? Ábreme, que no encuentro la llave.)
—Ah, hola. Oye, espera que ya bajo.
(—¿Cómo que ya bajas? Ábreme, joder, no me tengas aquí plantado con la maleta…)
—No, no... que ya estaba bajando porque aquí no hay nada de desayuno, ni siquiera café. Espera que ya bajo.
¿Qué te estaba diciendo? Pues no me acuerdo, con este efluvio insoportable a sudor humano que sale de la habitación... Ah, sí: recordaba el día que nos trajeron del vivero; tú estabas ya colgada en la barandilla y todos te miramos perplejos ¿qué hace una pobre petunia sola en este balcón de un quinto piso? Eras muy joven entonces, pero ya emanabas este delicioso perfume tan especial, tan característico tuyo. A los pocos días empezaste a erguir tus flores, feliz de sentirte acompañada.
—Me bajo corriendo, pero tú no te muevas ¿eh? Por favor quédate ahí quietecito.
—Vale, mujer, vale.
—Te esperas un rato y en cinco minutos sales ¿de acuerdo?
—Lo que tú digas, Eva. Pero esto es un sinvivir. Hay que resolverlo ya, joder. Tienes que aclararle la situación. Y él tendrá que afrontar las cosas como son ¿no?
—Sí, no te preocupes. Mira, tiene otro viaje la semana que viene, y debe ser largo. Ya te llamo en cuanto sepa y planificamos. Venga, adiós.
—Ya, ya: tú y tus planificaciones. Como para fiarse, vamos... Adiós, Eva. Cuídate mucho. Y llámame pronto.
Mis capullos revientan exultantes. Será hoy, seguro. Cada instante menguan los pocos milímetros que aún nos separan. No habrá que esperar a mañana, será hoy nuestro primer beso.
¿Eh...? Vaya, ahora es este tipo apestoso quien viene a fastidiar, precisamente ahora. ¿Qué se le habrá perdido en el balcón? No irás a manosearnos ¿verdad, imbécil?
Vale, pues asómate tú también si quieres, pero ni se te ocurra rozarnos.
—Ese cretino de mierda... Estoy hasta los huevos ya de esta situación.
¡Eh! ¿Pero qué haces? La petunia no, por favor ¡No la toques! Cógeme a mí si quieres. ¡No! A ella no, te lo suplico ¡Eh! ¡No la tires! ¡Noooooo!
¡¡Hijo de la gran puta!!
_________________________________________