Aquel
maldito rencor
Sonó
el teléfono, eras tú. Un susurrante “vuelve, por favor” se
deslizó sobre mi oreja, pero yo me resistía a escucharlo. Bloqueado
y absorto me sumergí en un amargo viaje a través de los
túneles de la memoria. El vagón estaba repleto de viejos baúles
que fui examinando uno a uno: juguetes rotos; canciones; risas y
llantos que se abrazaban; relatos inacabados; deseos, muchos deseos;
todo fue apareciendo enmarañado en un revoltijo sin fin. Tuve que
buscar y buscar hasta poder encontrarlo. Allí estaba, agazapado
en el fondo, aquel cobarde, aquel maldito rencor. Al arrojarlo por la
ventana, un aroma intenso de flores silvestres invadió el tren desde
el paisaje.
Regreso.
Libre
ya de hados y fantasmas llego a la estación donde
me
esperas. Estás preciosa.