Thursday, 28 May 2015

con toda su lana



Con toda su lana
(Antonio Bisquert, 29-04-2015)


Calma, mucha calma. La ocasión es aquí y ahora, está claro, pero sin prisas, joder, mejor esperar a que ella se acerque al borde y pueda empujarla de forma rápida. Eso es, será apenas un instante de nada, un trágico accidente.
     —Yo creo que nunca había venido aquí en un día tan claro, hay una visibilidad de la hostia. Fíjate, se ve hasta la carretera comarcal ¿no es aquella?. Ni caso me hace Acércate, mujer, que desde ahí no ves nada.

     —Ni de coña, con la altura que tiene esto. Mi madre nunca nos dejaba subir ¿sabes? nos decía: “Si vais a las peñas, ni se os ocurra acercaros al acantilado” .Y mi hermana no le hacía caso, veníamos las dos y ella se sentaba así igual que tú, con las piernas colgando. Yo en cambio siempre fui la obediente de la familia.
No sé por qué demonios se ha empeñado en interrumpir la revisión de la casa para subir aquí, con la de cosas que hay que hacer y estando todo por organizar. Pero la verdad es que con este solecito se está de maravilla, qué sensación de paz, qué gozada, este airecito tan suave con aromas de romero, de lavanda... Es curioso porque yo de pequeña no valoraba en lo más mínimo nada de esto, odiaba la aldea, aquí me aburría y estaba siempre deseando ir a la ciudad. Ahora en cambio no soporto Madrid. Él puede hacer lo que quiera, pero yo lo tengo absolutamente decidido: me vengo a vivir aquí, aunque sea sola.
     —Que no se nos olvide medir la cocina ¿eh?, bueno, y todas las habitaciones. A ver qué muebles de casa nos podemos traer. Yo creo que la mayoría son aprovechables.

     Calma, joder, calma. Tengo que mantener la cabeza fría y esperar el momento preciso.
     —Eh... Ah sí, hay que medirlo muy bien todo, sí. Pero acércate, anda, verás qué maravilla de vistas.

     Lo bien que va a estar Peluso aquí, corriendo en libertad por todas partes. No sé por qué leches hemos tenido que dejarlo en casa, encerrado en la terraza el pobre. Estoy harta, siempre tengo que ser yo la tonta que ceda en estas discusiones. Y debe hacer un calor tremendo en Madrid, por dios, con lo mal que soporta él el calor. Debería llevarlo al peluquero, que le hagan un buen pelado de cara al verano. Aunque, qué tontería, aquí no le va a hacer falta, va a estar bien fresquito. 
     —Y la obra... lo mínimo posible ¿eh?. Hay que hacerle una buena caseta a Peluso; revisar el tejado y reponer las tejas que faltan; cambiar la puerta de atrás; pintar toda la casa, eso sí, por dentro y por fuera; y... poco más. No vamos a gastarnos el dinero sin necesidad.

     A lo mejor si la provoco se acerca, no sé... O no, vete tú a saber, tal vez se le ocurra largarse y entonces sí que la hemos jodido, las reacciones de esta cretina son imprevisibles. Pero, coño, algo habrá que hacer. 
     —¿Dinero dices? Pero si ahora estás forrada, tienes para hacerte cien casas nuevas si quieres. Por cierto, sigo pensando que la finca que se queda tu hermana es mucho mejor que esta ¿eh?, sin comparación. Hemos hecho el tonto.

     —¿Cómo que “hemos”? La herencia es mía, perdona. Y lo del régimen de gananciales ya te he dicho que hay que revisarlo cuanto antes, y no te lo tomes a mal, por dios, se trata sencillamente de poner las cosas en su sitio. Es lo normal ¿no?. En cualquier caso no insistas, leches, el tema de las fincas está cerrado, las escrituras firmadas y no vamos a darle más vueltas a eso. De verdad que estoy harta de ese dichoso tema.

     Esta mujer es absolutamente gilipollas, y desde que se cree que va a poder ser una niña rica está más gilipollas aún, si cabe. No mueve el culo, hostias, y yo no querría tener que forzar la situación.
     —Por allí viene el pastor. Mira, ven a verlo, ahí está con su rebaño. Ese era pariente de tu familia ¿verdad? 

     —Será pariente de... quien yo te diga, imbécil. Te inventas las cosas, leches. Te lo inventas todo y luego te lo crees, que es lo peor.

     —Pariente de mi puta madre, sí, venga dilo, mujer, ¿por qué te cortas?.

     —Yo nunca diría eso, ni lo pensaría, por dios, ya lo sabes.

     —Joder, pues fuiste tú quien me dijo que ese pastor era familiar vuestro, no sé si muy lejano o qué, pero me lo dijiste, y creo que fue el primer día que me trajiste aquí, hará ya diez o doce años ¿no?. Me acuerdo perfectamente, porque luego estuve un buen rato charlando con él, y me soltó una frase... magnífica, de esas que jamás se olvidan.

     —Déjate de frasecitas que se nos echa la tarde encima, por dios, y hay mucho que hacer.

     —Ah, mira, y trae un perro también, fíjate cómo el perro le ayuda a juntar el rebaño, es increíble... Que te lo estás perdiendo, mujer, míralo. —Bueno, por lo menos he despertado su curiosidad y se ha puesto de pie a mirar. Pero sigue sin acercarse, hostias, me lo está poniendo difícil esta cabrona. —Acércate, mujer, escucha, escucha... oh... el sonido de sus badajos, qué bucólico todo, como a ti te gusta. Mira, las lleva sin esquilar, con toda su lana. Bueno, pues lo que te iba diciendo: aquel día las llevaba igual de lanudas que hoy y, después de estar un buen rato charlando, contándome las ventajas de vivir en el campo y tal, va y me dice: “ Es que donde esté una buena oveja, con toda su lana... que se quite cualquier mujer” Ja, ja, qué bueno ¿verdad?. Y yo le contesté: “Sí, seguro que sí, pero bueno, en la ciudad también tenemos a perros y gatos, y hay mujeres que lo tienen claro: donde esté la lengua de un buen perro, de esos bien lanudos, que se quite...” ¡Eh! ¿qué haces? ¡Aaaaaaaaaaah...!

     —¡¡Dios mío, Dios mío!! ¡¿Qué he hecho, por Dios?! ¡Qué he hecho!