Estaos
quietos de una vez, por favor, me tenéis harto ya con tanto zarandeo
¿No veis que somos demasiados para dormir en una rama tan débil? ¿Por
qué no os vais alguno a otro árbol? venga. Acordaos que fui yo el
primero en llegar ¿eh? y os he ido permitiendo que os pusierais aquí a
mi lado, uno tras otro; porque en una noche tan mala, nevando todo el
rato como está, hay que ser solidario, está claro, y compartir los pocos
sitios resguardados disponibles, pero es que entre todos me habéis ido
empujando hacia el extremo, capullos, y mirad lo inclinado que está
esto. Desde luego con vosotros no se puede ser bueno. Es exactamente lo
mismo que me hacéis en la oficina, joder, que me he dejado media vida
ayudándoos, enseñándoos todo lo que sabéis, me he partido el pecho por
vosotros y ahora me arrinconáis, me margináis sin piedad. Queréis que me
vaya a una sucursal de provincias y que me den por culo, eso es lo que
queréis ¿verdad? Pues no, no me da la gana, que en las ramas de afuera
la nieve se cuela mucho más y te mueres de frio. Os largáis vosotros,
venga, que ya me estoy resbalando, qué... ¿Cómo que no queréis? Sois
unos hijos de puta. Os voy a moler a picotazos, pedazo de cabrones,
malos pájaros. Pero... joder ¿qué me pasa? No puedo; no puedo moverme.
Me pesan tanto las patas, las... piernas. ¡Dios, me he quedado
paralítico!
Buff, qué horror. Qué pesadilla más
mala. Sucedía algo con unos pájaros, pero apenas lo recuerdo. Debo
tranquilizarme, no pasa nada; y es aún de noche, hay que seguir
durmiendo, venga. Mi corazón se ralentiza poco a poco, parece que ya se
acomoda a su ritmo normal. Debería abrigarme más, hace frío; pero no me
apetece levantarme. ¿Qué hago, me levanto a por otra manta? No, tal
vez no valga la pena, me desvelaría totalmente. Voy a probar a darme
la vuelta hacia el otro lado. Eso es, metiendo los brazos y
acurrucándome un poco más; así. En la calle debe hacer un frío que pela;
tal vez esté incluso nevando. Pobres pájaros; espero que todos
encuentren buen refugio, porque en este barrio hay pocos árboles de hoja
perenne. Tal vez sea mejor irse al parque, eso es, allí están los
ficus, que son tan abrigaditos, aunque hay pocos y suelen estar petados
las noches como esta; pero bueno, tal vez en los magnolios encontremos
sitio, sí, hay bastantes y son muy socorridos; porque yo desde luego
paso de las coníferas, para dormir son incomodísimas. Venga, no le demos
más vueltas, vamos al parque. El informe trimestral lo dejo para mañana.
Esperadme, que vamos todos juntos. Yo creo que por un día de retraso
tampoco le pasa nada al director, que se joda, siempre lo pide todo “con
suma urgencia”, es un caga-prisas y un gilipollas. Un momento, que ya
mismo voy. ¿Eh? No sé qué coño me pasa, no puedo estirar las alas.
Esperadme, por favor, no me dejéis aquí solo con el frio que hace. ¡Nos
os vayáis, cabrones! ¡Esperadme, joder...! ¿Pero qué pasa? ¿Qué es esa alarma que suena? ¡Ay, por dios! ¡Ay, ay!
No,
esta vez no es ninguna pesadilla, qué va, es el puto despertador quien
irrumpe desabrido, como cada mañana. Pero ¿cuánto tiempo llevará
sonando? ¿qué hora será? He dormido fatal, joder. Bostezaré, eso es,
estirando bien brazos y piernas, arqueando la espalda. De alguna forma
tendré que despabilar cada parte de mi cuerpo, maltrecho y perdido aquí
en este desierto de cama. Ahora toca abrir los ojos, no hay más remedio.
Allá voy... Sí, debe ser de día. La luz se cuela por algunas rendijas
formando cinco o seis líneas difusas que proyectan sobre la pared otros
tantos renglones vacíos, renglones en blanco. El día está por escribir, lo mismo que el puto informe trimestral.
Ahora todo depende de mi exigua voluntad. Vamos, habrá que intentarlo. A
ver... Voy a abrir la ventana, a ver si así me despierto del todo. Pues, vaya, no hace
tanto frio. Hay varios pájaros alineados todos en la misma rama del
árbol, justo enfrente de mí. Qué curioso, parece que me observan con
atención. ¿Qué pasa, no os asusto? ¿Y si tuviera una escopeta de caza? ¿eh? ¡Pum, pum! Pero bueno ¿es que no os da miedo nada?
Oye ¿qué descaro es ese con el que me miráis...? ¿y qué demonios
cuchicheáis con tanto pio pio? Es increíble, el del extremo me guiña un
ojo con toda desvergüenza. Ya comprendo, sí, os burláis de mí. Soy un
pringao ¿verdad? Vosotros ya tenéis el buche lleno a estas horas;
mientras que yo apenas tendré tiempo de engullir a toda prisa un
miserable café en el bar de la esquina y salir pitando hacia el metro,
allí me sumergiré apestado durante trece estaciones hasta llegar a la
oficina. Una mierda, una puta mierda. Son ya menos veinte, me cago en
dios, otra vez llegaré tardísimo, y llevo tres días seguidos así. ¿Qué
disculpa me toca hoy? Decidme, venga, decidme vosotros que tenéis el día
resuelto ¿qué cuento yo hoy en la oficina? Ah, os encogéis de hombros
¿no? Je, je. Pero qué lindos sois. Parece que os diera pena verme.
“Mira, un humano dentro de su jaula, aún medio dormido y ya está
estresado”. Tengo que vestirme a toda mecha. Hoy no hay ni ducha ni
nada, abro directamente el armario a ver que coño me pongo. Sí, sí,
vosotros seguid piando. La verdad es que me dais una tremenda envidia,
joder, se os ve tan libres. Qué mal, pero qué mal nos lo hemos montado
los humanos. Ahora iréis al parque tan a gusto, a picotear por ahí, sin
prisa alguna. ¿Cómo? Ah, que me invitáis a acompañaros. Qué majos sois,
muchísimas gracias. Pues estupendo, venga, hoy no voy a currar, se ha acabado. En el parque pensaré alguna excusa
para justificar mi ausencia, tal vez allí encuentre
el sentido a esta vida tan absurda. Aunque la verdad es que... no tengo mucha
certeza de nada ¿sabéis? Porque el despertador ha sonado, de eso estoy
seguro; ahora mismo yo juraría estar
despierto, pero no me fio, puedo haberme quedado dormido otra vez. Sí ya voy. Perdonad mi indecisión pero es que...
mirando hacia abajo... buff, esto en un tercer
piso, podría darme una buena hostia. Pero venga, no le doy más vueltas; es evidente que todo es real, aquí estoy, charlando con vosotros tan a gusto. Venga, nos vamos al parque. ¿Y para qué había abierto yo el armario?
No recuerdo. Es absurdo vestirse. Portando ya este lustroso plumaje no necesito ropa. ¡Qué
gusto! Un repentino optimismo me invade. Con sumo placer extiendo mis
alas al salir por la ventana. Y ya vuelo...