Monday, 2 December 2024

Hoy es lunes

 

Hoy es lunes




Lucas se desperezaba en la cama bostezando a mandíbula descoyuntada; aprovechando el estiramiento de sus brazos alcanzó el teléfono para ver la hora.

Son las nueve de la mañana. Qué suerte tenemos los parados —se dijo a sí mismo con voz somnolienta— poder estar aquí tranquilamente en la cama a estas horas de un día laborable.

Pero qué demonios hablas ahí tú solo. Estás de la olla, tío —se quejó su mujer a quien Lucas acaba de despertar.

Ay, lo siento. Estaba hablando conmigo mismo, perdona. Venga, ya me levanto y te dejo dormir, que tú tienes turno de tarde esta semana ¿no?

Sí. Pero... Oye ¿no me dijiste que tenías que ir el lunes al INEM? Pues hoy es lunes.

¡Hostias! A ver... —volvió a coger el teléfono, buscó en la agenda y efectivamente tenía la cita a las nueve— ¡Me cago en...! Se me olvidó poner la alarma. Me voy. Me voy corriendo a ver si aún me atienden.

Lo dicho, estás como una cabra. Siempre despistado ¿Cómo quieres así encontrar empleo, joder?

Lucas se vistió con la misma ropa del día anterior, de domingo: unos pseudovaqueros cutres y camiseta del gato Lucas; y salió a toda prisa sin pasar por la ducha ni desayunar.

Eran las diez menos cuarto cuando llegó a la cola de la oficina de empleo.

Perdona ¿Sabes por... por cuál hora van atendiendo? —preguntó a la joven de delante con la respiración entrecortada por la carrera que se había pegado.

No sé, pero yo tenía cita a las nueve y media y aquí me ves —ella le contesta.

Sí, van lentísimos —se vuelve para comentar el hombre que les antecede— se tiran diez minutos o más con cada uno; preguntando y anotando el currículum específico, la formación, la experiencia laboral, y un largo etcétera. Total para luego acabar diciéndote: “Pues ahora mismo es que no tenemos ninguna propuesta adecuada a su perfil, lo siento, pero no se preocupe que en cuanto nos llegue algo se lo comunicaremos vía email”. Qué estupidez, por Dios, tanta burocracia para nada.

Efectivamente. Son todos unos burócratas ineptos —añadió el siguiente de la fila; un hombre enjuto de unos 40 años, con un hocico prominente en vez de nariz y orejas alargadas en punta.

Perdonen que les interrumpa ¿Saben ustedes si están atendiendo a la hora que corresponde o van con retraso? —Preguntó una grácil mujer de astuta mirada que se acababa de incorporar a la fila tras ellos.

Con mucho retraso, señora. —contesto Lucas Los tres ya tendríamos que haber sido atendidos y aquí nos ve, más aburridos y cabreados que unas vacas en un prado de césped artificial.

Eso, estamos como gatos frente al agujero de la esquina, ahí esperando horas y horas a que salga algún ratón —añadió gesticulando el de las orejas alargadas haciendo reír a todos.

Oye, con los gatos no os metáis ¿eh? que yo soy uno de ellos —advirtió Lucas señalando el dibujo de su camiseta, lo que prolongó la risotada.

Así estuvieron, charla que te charla, los cuatro solicitantes de empleo durante un buen rato hasta que por fin llegó su turno a cada uno.

Una hora después, ya los cuatro habían “pasado por capilla” y con el mismo resultado: “Ahora mismo no tenemos ninguna propuesta adecuada a su perfil, pero...”.

Los cuatro se habían caído tan bien entre ellos, que se esperaron a la salida de la oficina para seguir la agradable conversación. Fue Lucas quien, confesándoles que no había desayunado (omitió en su explicación lo de no haber pasado por la ducha), se estiró y les invito a la terraza del bar que estaba justo enfrente de la oficinas del INEM. Lo pasaron tan bien aquella mañana que empezaron a quedar todos los lunes en esa misma terraza. “Los lunes al sol” se titulaba aquella gran película de Fernando León, y así bautizaron ellos a sus reuniones semanales. Allí nació su amistad. Pero repasemos quienes son los protagonistas de este cuento:

El Gato Lucas, es un hombre delgado, muy tierno, bastante dócil pero con una clara conciencia medioambiental, y es por eso que, para no gastar agua, sólo se ducha lo imprescindible. Él era, y sigue siendo aunque no ejerza de ello, técnico titulado en jardinería y paisajismo.

La perra Laika es una entrañable mujer, que cabría en cualquier cápsula espacial por pequeña que fuera. Se llama Esperanza y es traductora de ruso de nivel C1, pero desde que “se puso de moda” la traducción automática con IA, perdió la esperanza de encontrar trabajo y para economizar se hace llamar sólo Espe.

El burro Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón. Él preferiría ser menos burro y más artista. De pequeño, con once años,  llegó a presentarse a un casting de la “La Voz Kids”, pero fue descartado por tener ya una tesitura de bajo impropia de su edad. 

Y ya, finalmente, nuestra cuarta protagonista es la gallina Turuleta, una soprano muy majeta, que estudió en el Conservatorio de Brujas, Bélgica, pero, tal vez por caprichos del destino o por cualquier otra brujería, no consigue vivir de su bellísimo canto y estudia las oposiciones de Correos, mientras malvive de hacer encuestas y “lo que surja”.

Pero eso era antes, en el momento de conocerse los cuatro; porque gracias a la entrañable amistad que surgió durante aquellas reuniones en el bareto, los cuatro fueron descubriendo las capacidades artísticas de cada uno y, sobre todo, sus capacidades como grupo. Aquel descubrimiento les llevó a cambiar sus objetivos vitales. Empezaron a escribir canciones de humor y, tras varios ensayos, llegaron a la conclusión de que cada uno por separado tenían poca gracia, en cambio los cuatro juntos, alternando los textos con sus diferentes voces, provocaban enormes carcajadas en los espectadores casuales que presenciaban sus primeros ensayos.

Llegado el verano, el gato Lucas consiguió que les invitaran a participar en las fiestas de su ciudad natal, Bremen, al norte de Alemania. Y fue allí donde empezó su carrera artística. Aquel primer concierto fue apoteósico. Os lo puedo contar porque yo tuve la suerte de asistir a aquella actuación memorable, para la que decidieron presentarse con el nombre de “los Cantores del Bremen” y así siguen llamándose.  Empezó de esta manera:

Se colocaron en el centro del escenario, uno tras otro, los cuatro en línea con la gallina al frente que cantaba la primera frase, y después de ella iban levantándose secuencialmente, el gato, la perra y el burro, añadiendo cada cual una línea de la canción. Su comienzo era más o menos este:

(gallina Turuleta) Hoy, señores y señoras

(gato Lucas) se presentan ante ustedes

(perra Laika) con toda su desvergüenza

(burro Platero) estos cantores del Bremen

Fui yo quien tuvo la suerte de grabar aquel concierto, con el móvil en plan cutre, sí, pero aún así el video se hizo muy viral en youtube. Un mes más tarde las distintas plataformas de música competían con sus mejores ofertas para poder obtener la exclusividad de sus canciones. Los Cantores del Bremen triunfaron, fueron felices y no comieron perdices, no, preferían los gustosos platos del día que les preparaban, especialmente para ellos, en el bareto de enfrente del INEM, donde seguían reuniéndose todos los lunes.

A aquel mítico concierto siguieron otros muchos. La vida de nuestros cuatro protagonistas cambió por completo; entre otras cosas porque, debido a las largas ausencias de sus hogares que conllevan las giras por todo el mundo, sus parejas respectivas empezaron a desconfiar de ellos y...  Pero no, mejor no voy a desvelar ahora lo que será el principal tema a tratar en el próximo cuento, que se titulará “Amoríos, vicios y derivados de los cantores del Bremen y sus allegados”. Así que os dejo con la intriga y ya me despido, venga. Adiós, adiós.



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