Monday, 22 January 2024

Miserables fortunas

 

Miserables Fortunas


Por fin sale la camarera con nuestras bebidas. Y no trae ni un mísero aperitivo, joder. Este restaurante ya no es lo que era.

—La cerveza sin alcohol es para mí, gracias —le dice Marta regalándole una de sus preciosas sonrisas.

—Escucha: —me inclino hacia delante acercándome a ella— voy a decirte algo pero, por favor, no vayas a volver la cabeza después para mirarlo ¿vale?

—Vale ¿qué pasa? —me contesta intrigada.

—En la mesa del fondo hay un hombre que no deja de observarnos.

—Ah, ya. Eso es normal, Jaime, le habré gustado... —se sonríe con guasa— aunque el pobre sólo puede verme la espalda, mejor te cambio el sitio, venga.

—Ah no, de eso nada, que hoy para tirarte los tejos ya estoy yo.

Mi comentario no le ha hecho ninguna gracia y me lanza una mirada obtusa. Temo haberme pasado. Qué putada. A ver cómo lo arreglo yo ahora. La necesito para la segunda fase del proyecto; no voy a encontrar a nadie con su experiencia en módulos de logística; y mucho menos que se maneje con algoritmos de última generación; esta tía es una crack. Además de estar buenísima, claro, que todo hay que decirlo.

—Es broma, oye, me refería a tirarte los tejos profesionalmente hablando. En cualquier caso perdona. Es que me tiene absorto el descaro de aquel hombre de la otra mesa. Bueno... él sabrá qué demonios pretende, pero no nos quita ojo desde que hemos entrado ¿sabes? Y nos observa con detenimiento. He probado a mirarle fijamente y le da igual; incluso me ha parecido que me respondía con una sonrisa cómplice.

—Entonces eres tú quien le gustas, evidentemente —por fin ella sonríe y da el tema por zanjado.

—Otra vez... Joder, otra vez me acaba de sonreír el tío. Andá... se levanta sin dejar de mirarme... ¡y viene hacia aquí!

—Pues muy bien, oye, ya vamos a salir de dudas —ella gira la cabeza a mirar.

Tanto él como la mujer que le acompaña se acercan a nuestra mesa. Según se aproximan empiezo a entender el motivo de su interés. Este hombre se me parece bastante. Bastante no, mucho, se me parece mucho. Joder, va a ser eso. Me pongo en pie para saludarle.

—Hola —me tiende la mano y yo se la estrecho asombrado— perdonad mi atrevimiento, pero es que tú y yo parecemos gemelos ¿no es verdad? —los dos nos miramos atónitos.

—Sí, es increíble —le respondo riendo.

—Ha sido veros entrar y decir yo “Por fin, por fin he encontrado a mi doble” ja, ja, qué curioso. Me llamo Blas. Encantado de conoceros. Ella es Lucía —los cuatro ya en pie nos saludamos.

—Pues ella es Marta y yo Jaime.

—Oye... de verdad os ruego que perdonéis mi atrevimiento; es que no he podido resistir la tentación de acercarme para conocer a mi doble. Pero ya os dejamos tranquilos ¿eh? comed, por favor, y, si os parece, después charlamos aunque sea un minuto ¿No sé si os vendrá bien? —nos pregunta mi nuevo hermano gemelo Blas orientando su mirada primero hacia Marta y después hacia mí.

—Estupendo, podemos tomar café juntos, no tenemos excesiva prisa ¿no? —le pregunto a Marta.

—Claro, oye, es que vuestro parecido es realmente asombroso. Y el tono de voz también muy similar —responde ella.

—Pues venga, os dejamos comer —interviene Lucía acercándose a Marta para acariciar su brazo con dulzura y añadir: —Me intriga lo que puedan descubrir estas dos gotas de agua tan idénticas. Vete tú a saber...

—Sí, será curioso averiguarlo —Marta corresponde el gesto con una amplia sonrisa y apoyando su mano sobre la de Lucía.

—Pues estupendo. Hasta dentro de un rato —añado yo concluyendo.

Ellos vuelven hacia su mesa. Yo me quedo mirando a Blas, su figura, sus andares, muy similares a la imagen con la que yo aparezco en los vídeos. Me siento, pero Marta permanece aún de pie observándoles llegar a su mesa y cómo, tras sentarse, Lucía gira la cabeza y sus miradas se encuentran durante un par de segundos.

—La sopa es para mí, gracias.

—Muy bien. Y para usted la crema de calabaza.

—Eso es.

Yo suelo conducir el comienzo de las comidas de trabajo por derroteros no profesionales; ir descubriendo los temas que son de interés para mi interlocutor y conversar sobre ellos durante el primero y segundo platos. Temas de actualidad, deportes, espectáculos, suelen ser útiles para crear el ambiente adecuado de confianza y poder pasar, ya en los postres, al asunto profesional objetivo de la reunión. Pero en esta ocasión el camino previsto no ha dado sus frutos. No hemos llegado a encontrar intereses comunes. Pertenecemos a esferas alejadas, delineamos trayectorias vitales disjuntas, cuyos únicos cruces se dan en lo estrictamente profesional. Además el pescado no vale nada, una mierda, lo mismo las patatas recalentadas que lo acompañan. Definitivamente no vuelvo a este restaurante.

Tiempo de postre. Aún queda la esperanza. Hemos pedido buñuelos de chocolate para compartir. Por fin somos capaces de compartir algo. Tal vez nos quite el mal sabor de boca que nos deja lo anterior.

Marta y yo es la tercera comida que mantenemos a solas desde que entramos en contacto, de eso hace ya varios años. A la tercera va la vencida, se dice, pero en esta ocasión me temo que no. Le he explicado mi propuesta, adornándola con una buena remuneración y todo tipo de incentivos. Se resiste. No le interesa.

—De verdad que lo siento, Jaime. Te agradezco tu confianza en mí, pero ahora cuando termine este proyecto tengo otro esperándome, en el que voy a llevar, además, la dirección de alguna de las fases. Sin embargo, ahora que pienso... Mira, creo que tengo el perfil de desarrollador que necesitas. Es un hombre con experiencia en proyectos muy similares. Te cuento:

—¿Qué tal lo lleváis? —Nos interrumpe Lucía en su paso hacia los aseos.

—Ah, pues muy bien —le responde Marta con su cara iluminada por una sonrisa ancha. Se queda observando cómo Lucía se dirige al baño y, con la mirada aún perdida, tarda unos segundos en volver a nuestra conversación— Pues... como te decía, tengo un compañero que se queda ahora disponible; y es él quien ha llevado a cabo con éxito toda la migración de la logística a la nueva plataforma, además...

A ver, Marta, no estoy buscando un pipiolo recién llegado al sector ¿sabes? Necesito alguien bien curtido, alguien con los huevos negros del humo de mil batallas —interrumpo yo volviéndola a cagar con esta desafortunada frase.

Es la segunda vez que Marta me asesina con la mirada. Soy gilipollas. Cómo no me habré dado cuenta antes de que sus aspiraciones eran otras. Voy a tener que jugármela dándole a ella la dirección del proyecto, a pesar de que con el actual director está funcionando perfectamente.

—Voy un momento al baño.

Marta se levanta y se va. Me deja con el eco de mi estúpida frase dando vueltas y vueltas por los oscuros pliegues de mi cerebro.

—Vale. Y perdona mi torpeza —le digo con remordimiento, pero ella, alejada ya varios pasos, no ha podido escucharlo.

Aprovecho la pausa para comer otro buñuelo, aún quedan tres. Tengo que utilizar mi última munición: le diré “Quiero que dirijas el proyecto, eres la persona idónea para hacerlo”. Y si aún se resistiera: “Pues pon tú las condiciones, seguro que llegamos a un acuerdo”.

—¿Qué tal habéis comido? —Vaya, ahora es Blas quien ha venido.

—Hombre, mi nuevo hermano gemelo. Siéntate, por favor. Vamos a pedir otras dos sillas y nos tomamos juntos el café los cuatro ¿vale?

—Estupendo —se dirige a la mesa de al lado y las pide ¿Le importa que coja estas dos sillas? Pues muchas gracias.

Ya sentados nos miramos con detenimiento el uno al otro muy sonrientes y seguimos asombrándonos del extraordinario parecido.

—Empecemos por los apellidos ¿no te parece? —él arranca un primer turno de palabra— Yo soy Blas de la Vega Salcedo, para servirte, querido hermano. ¿En algún apellido coincidimos?

—Pues no parece. Yo Jaime Corral Benítez. Pero sí que me suena tu nombre, Blas de la Vega, no sé de qué.

—De las series. Si ves muchas series habré salido en alguna.

—Andá, qué bueno. Pues no soy de ver series, no. Pero ahora entiendo por qué me paran a veces en la calle y me dicen que me parezco a no sé quien de tal serie. Ja, ja, qué bueno. Por fin descubro a mi doble.

—No, no, al revés, soy yo quien por fin acabo de encontrar a mi doble. Que mucha falta me hace ¿sabes?

—¿Ah sí? ¿Lo dices en serio? ¿Y de qué tratan tus series? —le pregunto

—Ahora mismo estoy haciendo de banquero multimillonario en “Miserables Fortunas”. ¿Te suena?

—No, ya te digo que de series no sé nada.

—Está funcionando muy bien en Netflix, pero para mí es una paliza tremenda. Son rodajes agotadores. Es por eso que te necesito, Jaime. He estado dándole vueltas mientras comía. He llamado a la productora y al director; a los dos les parece una idea magnífica. Tu ayuda me liberaría de mucho trabajo. Casi la mitad de las tomas las podrías hacer tú. Y no hace falta tener experiencia, para nada en absoluto. Pero estoy hablando yo mucho, perdona, y no me has contado nada de ti ¿a qué te dedicas?

—No, lo mío es mucho más prosaico, no tiene ningún interés. Oye y ¿Lucía se ha ido?

—No, está en el baño. Tarda ya un poco, no sé si le habrá sentado algo mal.

—Pues la verdad es que el pescado no estaba nada bueno. Y Marta tampoco vuelve del baño, qué raro. Perdona un momento, que me está sonando el teléfono. —Es Marta. Me levanto y me alejo unos pasos hacia la entrada.

—Dime Marta ¿Estás bien? ... Ah, vale, pero estás bien ... Joder, a los informáticos siempre nos toca ser los más pringaos ... No, no te preocupes. Que lo resuelvas pronto y ya hablamos, venga. Adiós.

Vuelvo a sentarme con Blas, mi otro yo, mi alterego bancario y multimillonario.

—Era Marta. Que le ha surgido un problema muy urgente de trabajo y se ha tenido que ir.

—Ah, ya; y Lucía estará con ella ¿no? —me pregunta

—¿Lucía? No. No creo, vamos... ¿por qué lo preguntas?

—No, no. por nada. Bueno, entonces cuento contigo como doble mío para hacer de banquero multimillonario ¿verdad Jaime?

Me he quedado absorto ante la pregunta de Blas; aturdido ante barullo de todo lo que me ha llegado a suceder en esta comida. No he podido fichar a Marta para el proyecto, qué putada. Ahora llega mi alterego y me propone un nuevo trabajo lleno de glamour. Dios, estoy hecho un lío. La camarera le trae a Javier las cuentas de las dos mesas. Intento quitarle una de ellas pero no me deja, se retira a un lado para pagar. Estoy bloqueado, no consigo hilar nada racional, tampoco articular palabra alguna.

—Te va a encantar este trabajo, ya verás —Blas se acerca y me coge del antebrazo— Venga anímate, Jaime.

Mi profesión ya me aburre. Lo gano bien, en eso tengo suerte. ¿Suerte...? qué va, en absoluto. El dinero lo gano a base de andar liando a unos y a otros. Miserable fortuna es la mía. Estoy harto. Carezco de la motivación necesaria para seguir haciendo, un día tras otro, más de lo mismo.

—Vale —por fin consigo responder— Sí, Blas, seré tu doble en "Miserables Fortunas"


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Aquí mi doble/alterego y yo cantando juntos en pleno confinamiento