Por las mañanas, cuando me despierto pronto, me gusta
meterme en la cama de papá y mamá. Al subir y pasar por encima de
ellos siempre me dicen que me vuelva a mi cuarto, que “a dónde voy
tan temprano”, que “hoy no hay cole y se puede dormir más”, y
cosas así. Pero no les hago caso y me cuelo entre los dos. Ellos
suelen refunfuñar, pero me dejan. Se está tan bien sobre su
almohada...
Hoy, sin embargo, no está mamá. Qué raro, porque
llevo un rato en la cama solo con papá y no se oye ruido en la ducha
ni en la cocina. Tal vez hoy sí haya cole, mamá se habrá ido a su
oficina y papá estará malo como aquella vez. O se habrá quedado
dormido y se le ha olvidado llevarnos al cole; eso, eso será.
—¡Papá, que ya es de
día y no nos has llevado al cole.
—Mmmm... No, hoy es
domingo, hijo. Sigue durmiendo.
Es verdad, porque ayer tampoco hubo cole y sería
sábado. Claro, los sábados vamos al hiper a comprar. Y ayer yo
llevé el carro con mis dos hermanos subidos encima, ¡cómo molaba!.
Pero cuando íbamos a toda velocidad se cruzó otro carro y chocamos.
Nito se puso a llorar como un tonto, y no le había pasado nada, pero
me echaron la bronca y no me dejaron seguir conduciendo. Mamá se
enfadó mucho con papá por haberme dejado conducir el carro y le
llamó... no sé qué, él también dijo muchas palabrotas. Como
seguían discutiendo sin hacerle caso a Nito, que lloraba cada vez
más fuerte, yo le puse el chupete y se calló. Pero resulta que el
chupete estaba sucio porque en el choque se le había caído al
suelo, entonces mamá...
—Papá ¿y mamá dónde
está?
—Mmm.
—Papá... Que dónde está
mamá.
—Ha ido a... comprar,
hijo. ¿No quieres dormir más?
—No.
—Bueno, pues entonces nos
levantamos todos, que ya tu hermano reclama su bibe.
A comprar... Qué raro, si ya compramos ayer. Mamá se
habrá ido porque está enfadada; por lo del choque con el carro del
hiper, seguro. Y por eso habló tanto rato, luego por la noche, con
el cara-de-pato. Yo le llamo así por que tiene la boca saliente como
los patos, y cuando se despide de mamá la pone más saliente aún
para besarla. Sé que era él con quién hablaba por el móvil,
porque siempre que mamá habla con el cara-de-pato se le pone a ella
un poco de cara de pato también y se va a otra habitación para que
no oigamos lo que le dice. Se metió en nuestro cuarto creyendo que
estábamos dormidos, porque era muy tarde, pero yo estaba despierto y
la oí cuando dijo que no aguantaba más y que “si no fuera por los
pequeños ya me habría ido”. No dijo a qué sitio, pero seguro que
era muy lejos. Y con él.
Yo creo que el cara-de-pato nos tiene rabia porque, por
nuestra culpa, mamá no se puede ir con él al sitio ese. Delante de
mamá se pone muy simpático a preguntarnos cosas, pero el otro día,
cuando mamá fue a la farmacia y nos dejó a Ana y a mí con él en
la plaza, no habló con nosotros en todo el rato. Y encima se puso a
fumar. Yo le dije que fumar es muy malo, sobre todo delante de los
niños, porque nos puede matar de cáncer, que lo ha dicho mi profe;
y justo antes de volver mamá tiró el cigarro para que no lo viera.
A lo mejor viene ahora que no está mamá para matarnos de cáncer; o
con una pistola; o con una espada...
—Papá: cierra la puerta
con llave.
—Ay David, no te me subas
encima que ya eres mayor, hijo. Anda, no me des la paliza.
—Ciérrala con llave y
con pestillo, papá.
—Pero ¿qué llave ni qué
pestillo?, si es de día. Eso se hace por la noche, hijo.
—¿Por qué?
—.......
Estoy acostumbrado a que papá y mamá no contesten a
mis porqués, pero yo insisto y a veces tengo suerte.
—¿Por qué, papá?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué cerráis por
la noche con pestillo y por el día no?
—.....
Nada, esta vez se queda callado y no me lo explica.
Aunque yo ya lo sé, es para que no entren los ladrones ni los
asesinos con cara de pato cuando estamos dormidos.
A papá se le nota que está de mal humor porque se le
pone la cara alargada y las cejas juntas. Al revés que cuando está
contento, que se le pone la cara redonda y me llama Davidote. A mí
me gusta que me llame Davidote.
—Papá ¿Cuándo viene
mamá?
—Luego, más tarde. Ana,
bébete la leche, pesada.
A Ana le llama Aniuska cuando está contento y la sube
en volandas, muy alto, como me hacía a mí de pequeño. El día de
la manifestación, aunque yo ya era grande, también me subió para
que viera cuánta gente había, y me llevó un rato a caballo sobre
sus hombros cuando íbamos con la amiga esa que me da tantos besos y
palmadas en el culo. Esa le llama muchas veces; yo sé cuándo es
ella porque papá suele hablar en voz muy alta por teléfono con todo
el mundo, pero con ella habla más bajito.
Mi hermana quiere que ponga la tele; dice que ella no
llega, pero no es verdad, sabe perfectamente subirse al sillón y
coger el mando de la estantería, lo que pasa es que quiere que
cuando papá se enfade tenga yo la culpa. Es que es pequeña, claro,
y se asusta cuando papá le chilla.
—Papá ¿verdad que
cuando Ana se termine la leche puede ver en la tele los dibujos?
—Venga, sí. Vamos a ver
qué ponen.
No entiendo nada. Porque a papá nunca le gusta que
veamos la tele y ahora, en cambio, se ha levantado él mismo a
ponerla, sin esperar a que Ana se beba la leche.
Papá se ha puesto de muy mal humor y ha apagado
enseguida la tele, porque sólo ponen cosas de soldados desfilando y
de curas haciendo misa. Ha cogido el móvil y se lo está contando a
alguien.
—Papá ¿cuándo llega
mamá?
—¿Queréis que os lea un
cuento? Venga, que luego a lo mejor viene una amiga a traerme unos
libros y si queréis nos vamos todos a dar un paseo.
—Pero papá...
—Este, este cuento es
estupendo, vais a ver.
Qué raro. Papá sólo nos lee cuando tiene la cara
redonda de estar contento. Y ahora se pone a leernos cuentos cuando
aún estamos todos en pijama y Ana no se ha tomado ni la mitad del
vaso de leche porque quiere que venga mamá. Con toda su cara larga y
las cejas juntas, papá va y se pone a leernos, es rarísimo. Yo
también quiero que llegue mamá, porque voy a decirle que no volveré
a chocar nunca más con el carro del hiper. Y que no le voy a poner
el chupe a Nito cuando esté sucio para que no se ponga malo ni nada.
Pero me voy detrás del sofá, porque no quiero que papá me vea
llorar, que yo ya soy mayor. Y si me ve Ana se pondrá también a
llorar y Nito, los tres llorando, y entonces sí que la hemos
fastidiado.
—“...las jirafas más
pequeñas miraban atemorizadas cómo todos los animales corrían de
un lado a otro. Las cebras, los antílopes, los monos... todos
intentaban huir del tigre hambriento que les acechaba. Sin embargo
las jirafas grandes, con sus cabezas por encima de los árboles, sólo
se miraban entre ellas y seguían comiendo como si no pasara nada”.
Se ha oído el portal. Ana y yo miramos hacia la puerta.
Papá sigue leyendo aunque no le atendamos. Será mamá que ya
vuelve. Se oye que sube por la escalera. Ojalá no sea la amiga de
papá, ni el asesino cara-de-pato. Hasta Nito ha parado de gatear y
mira hacia la puerta. Quiero que sea mamá. Pero no. Sigue subiendo.
No es mamá. Será la mamá de Jorge o su padre, porque ha seguido y
ahora se oye la puerta del piso de arriba.
—"... entonces la
jirafa Zaby miró hacia arriba muy asustada y le preguntó a su papá
"¿Por qué no corremos también nosotros, papá? ¡Papá, que
nos van a comer!". Pero el papá-jirafa no le hacía ningún
caso y seguía comiendo y comiendo las hojas de aquel árbol tan
alto..."