Friday, 17 January 2020

Las jirafas grandes



Por las mañanas, cuando me despierto pronto, me gusta meterme en la cama de papá y mamá. Al subir y pasar por encima de ellos siempre me dicen que me vuelva a mi cuarto, que “a dónde voy tan temprano”, que “hoy no hay cole y se puede dormir más”, y cosas así. Pero no les hago caso y me cuelo entre los dos. Ellos suelen refunfuñar, pero me dejan. Se está tan bien sobre su almohada...

Hoy, sin embargo, no está mamá. Qué raro, porque llevo un rato en la cama solo con papá y no se oye ruido en la ducha ni en la cocina. Tal vez hoy sí haya cole, mamá se habrá ido a su oficina y papá estará malo como aquella vez. O se habrá quedado dormido y se le ha olvidado llevarnos al cole; eso, eso será.
¡Papá, que ya es de día y no nos has llevado al cole.
Mmmm... No, hoy es domingo, hijo. Sigue durmiendo.
Es verdad, porque ayer tampoco hubo cole y sería sábado. Claro, los sábados vamos al hiper a comprar. Y ayer yo llevé el carro con mis dos hermanos subidos encima, ¡cómo molaba!. Pero cuando íbamos a toda velocidad se cruzó otro carro y chocamos. Nito se puso a llorar como un tonto, y no le había pasado nada, pero me echaron la bronca y no me dejaron seguir conduciendo. Mamá se enfadó mucho con papá por haberme dejado conducir el carro y le llamó... no sé qué, él también dijo muchas palabrotas. Como seguían discutiendo sin hacerle caso a Nito, que lloraba cada vez más fuerte, yo le puse el chupete y se calló. Pero resulta que el chupete estaba sucio porque en el choque se le había caído al suelo, entonces mamá...
Papá ¿y mamá dónde está?
Mmm.
Papá... Que dónde está mamá.
Ha ido a... comprar, hijo. ¿No quieres dormir más?
No.
Bueno, pues entonces nos levantamos todos, que ya tu hermano reclama su bibe.
A comprar... Qué raro, si ya compramos ayer. Mamá se habrá ido porque está enfadada; por lo del choque con el carro del hiper, seguro. Y por eso habló tanto rato, luego por la noche, con el cara-de-pato. Yo le llamo así por que tiene la boca saliente como los patos, y cuando se despide de mamá la pone más saliente aún para besarla. Sé que era él con quién hablaba por el móvil, porque siempre que mamá habla con el cara-de-pato se le pone a ella un poco de cara de pato también y se va a otra habitación para que no oigamos lo que le dice. Se metió en nuestro cuarto creyendo que estábamos dormidos, porque era muy tarde, pero yo estaba despierto y la oí cuando dijo que no aguantaba más y que “si no fuera por los pequeños ya me habría ido”. No dijo a qué sitio, pero seguro que era muy lejos. Y con él.

Yo creo que el cara-de-pato nos tiene rabia porque, por nuestra culpa, mamá no se puede ir con él al sitio ese. Delante de mamá se pone muy simpático a preguntarnos cosas, pero el otro día, cuando mamá fue a la farmacia y nos dejó a Ana y a mí con él en la plaza, no habló con nosotros en todo el rato. Y encima se puso a fumar. Yo le dije que fumar es muy malo, sobre todo delante de los niños, porque nos puede matar de cáncer, que lo ha dicho mi profe; y justo antes de volver mamá tiró el cigarro para que no lo viera. A lo mejor viene ahora que no está mamá para matarnos de cáncer; o con una pistola; o con una espada...
Papá: cierra la puerta con llave.
Ay David, no te me subas encima que ya eres mayor, hijo. Anda, no me des la paliza.
Ciérrala con llave y con pestillo, papá.
Pero ¿qué llave ni qué pestillo?, si es de día. Eso se hace por la noche, hijo.
¿Por qué?
.......
Estoy acostumbrado a que papá y mamá no contesten a mis porqués, pero yo insisto y a veces tengo suerte.
¿Por qué, papá?
¿Por qué, qué?
¿Por qué cerráis por la noche con pestillo y por el día no?
.....
Nada, esta vez se queda callado y no me lo explica. Aunque yo ya lo sé, es para que no entren los ladrones ni los asesinos con cara de pato cuando estamos dormidos.

A papá se le nota que está de mal humor porque se le pone la cara alargada y las cejas juntas. Al revés que cuando está contento, que se le pone la cara redonda y me llama Davidote. A mí me gusta que me llame Davidote.
Papá ¿Cuándo viene mamá?
Luego, más tarde. Ana, bébete la leche, pesada.
A Ana le llama Aniuska cuando está contento y la sube en volandas, muy alto, como me hacía a mí de pequeño. El día de la manifestación, aunque yo ya era grande, también me subió para que viera cuánta gente había, y me llevó un rato a caballo sobre sus hombros cuando íbamos con la amiga esa que me da tantos besos y palmadas en el culo. Esa le llama muchas veces; yo sé cuándo es ella porque papá suele hablar en voz muy alta por teléfono con todo el mundo, pero con ella habla más bajito.

Mi hermana quiere que ponga la tele; dice que ella no llega, pero no es verdad, sabe perfectamente subirse al sillón y coger el mando de la estantería, lo que pasa es que quiere que cuando papá se enfade tenga yo la culpa. Es que es pequeña, claro, y se asusta cuando papá le chilla.
Papá ¿verdad que cuando Ana se termine la leche puede ver en la tele los dibujos?
Venga, sí. Vamos a ver qué ponen.
No entiendo nada. Porque a papá nunca le gusta que veamos la tele y ahora, en cambio, se ha levantado él mismo a ponerla, sin esperar a que Ana se beba la leche.
Papá se ha puesto de muy mal humor y ha apagado enseguida la tele, porque sólo ponen cosas de soldados desfilando y de curas haciendo misa. Ha cogido el móvil y se lo está contando a alguien. 
 
Papá ¿cuándo llega mamá?
¿Queréis que os lea un cuento? Venga, que luego a lo mejor viene una amiga a traerme unos libros y si queréis nos vamos todos a dar un paseo.
Pero papá...
Este, este cuento es estupendo, vais a ver.

Qué raro. Papá sólo nos lee cuando tiene la cara redonda de estar contento. Y ahora se pone a leernos cuentos cuando aún estamos todos en pijama y Ana no se ha tomado ni la mitad del vaso de leche porque quiere que venga mamá. Con toda su cara larga y las cejas juntas, papá va y se pone a leernos, es rarísimo. Yo también quiero que llegue mamá, porque voy a decirle que no volveré a chocar nunca más con el carro del hiper. Y que no le voy a poner el chupe a Nito cuando esté sucio para que no se ponga malo ni nada. Pero me voy detrás del sofá, porque no quiero que papá me vea llorar, que yo ya soy mayor. Y si me ve Ana se pondrá también a llorar y Nito, los tres llorando, y entonces sí que la hemos fastidiado.

...las jirafas más pequeñas miraban atemorizadas cómo todos los animales corrían de un lado a otro. Las cebras, los antílopes, los monos... todos intentaban huir del tigre hambriento que les acechaba. Sin embargo las jirafas grandes, con sus cabezas por encima de los árboles, sólo se miraban entre ellas y seguían comiendo como si no pasara nada”.

Se ha oído el portal. Ana y yo miramos hacia la puerta. Papá sigue leyendo aunque no le atendamos. Será mamá que ya vuelve. Se oye que sube por la escalera. Ojalá no sea la amiga de papá, ni el asesino cara-de-pato. Hasta Nito ha parado de gatear y mira hacia la puerta. Quiero que sea mamá. Pero no. Sigue subiendo. No es mamá. Será la mamá de Jorge o su padre, porque ha seguido y ahora se oye la puerta del piso de arriba.

"... entonces la jirafa Zaby miró hacia arriba muy asustada y le preguntó a su papá "¿Por qué no corremos también nosotros, papá? ¡Papá, que nos van a comer!". Pero el papá-jirafa no le hacía ningún caso y seguía comiendo y comiendo las hojas de aquel árbol tan alto..."

Otra vez suena el portal. Quiero que sea mamá. Papá continúa leyendo como si no pasara nada. Es un tonto, como las jirafas grandes, no se entera, le da igual lo que nos pase. Ana se le ha agarrado a un brazo y no lo suelta. A lo mejor es la amiga de papá, que viene a besuquearnos a todos y a darme palmadas al culo. Ya sube por la escalera. Mamá siempre nos dice que no chillemos, que se molesta a los vecinos porque “en esta casa se oye todo y os he oído desde el portal”. Pero ahora estamos los tres callados, escuchando cómo alguien sube, un escalón, otro escalón, cada vez más cerca. Yo quiero que sea mamá. Ojalá no sea el cara-de-pato que viene a matarnos. Voy a poner a Nito más cerca de papá; aquí está mejor. Ya está llegando. Que sea mamá, que sea mamá. Ya está casi en la puerta. Que sea mamá...