Friday, 8 November 2019

Cambiando sábanas a los alcornoques



  Soy un provocador compulsivo, no lo puedo evitar. Por eso esta mañana, cuando escuché unos golpecitos en la puerta y una voz femenina preguntando "¿se puede pasar?", me quedé callado. Al no responder nadie, la empleada del hotel entró dispuesta a limpiar mi habitación, pillándome en bolas, o para ser más exactos: desnudo de cintura para abajo, pues en ese momento me disponía a entrar en la ducha y aún no me había quitado la camisa del pijama.
Perdone, pensé que no había nadie; ya vendré luego a limpiar dijo mirándome cara a cara con toda naturalidad, sin afectarle lo más mínimo mi desnudez.
No por favor, vaya usted limpiando si es tan amable. Es que tengo que recibir aquí a una persona ¿sabe?, y debe estar a punto de llegar. Yo voy a darme una ducha rápida y le dejo libre el baño también le dije cruzándome con ella para entrar en el cuarto de baño.
Bueno, si es así me quedo, y no se preocupe que le hago la habitación enseguida.
Antes de entrar en el baño la observé un instante cuando giró para ponerse manos a la obra, y dentro de la bata azul pálido de tres tallas mayor que ella pude intuir un sugestivo cuerpo grácil.
La mujer, en vez de mostrarse incómoda, había manejado la situación con absoluta profesionalidad, frustrando por completo mi afán de provocación. Durante la ducha estuve dándole vueltas y llegué a la conclusión de que debo ser algo exhibicionista. Los exhibicionistas se frustran enormemente cuando no consiguen escandalizar a sus víctimas. Sin duda había encontrado una nueva faceta de mi personalidad: soy provocador y también exhibicionista, a la par que mentiroso, sí, porque la verdad es que no tenía tanta prisa. En cambio sí es cierto que espero recibir a alguien, aunque no en mi habitación sino en una sala de reuniones del hotel; tengo una cita ni más ni menos que con la Secretaria de Estado para Asuntos de Seguridad, mi jefa, que, junto con otros tres subsecretarios, vienen a analizar mi propuesta “Plan Estratégico para una Seguridad Global”. Llevo toda la noche sin dormir dando los últimos retoques a la presentación.
Me duché a toda prisa y salí repentinamente del cuarto de baño, ahora sí totalmente en pelotas para dar debido curso a mi recién estrenado exhibicionismo, y fue entonces cuando la sorprendí con mi informe en las manos. Me dio un vuelco el corazón; y no sólo a mí, pues en esta ocasión sí obtuve por su parte la reacción de sobresalto que hubiera cabido esperar, aunque no por mi desnudez sino por otro motivo muy distinto: la había pillado in fraganti. Esta falsa limpiadora de hotel, esta supuesta kelly, resultaba ser una infame espía; no sabía de qué organización, pero allí estaba leyendo un informe con contenidos altamente confidenciales.
Ya me extrañaba su exquisita profesionalidad le dije mientras me acercaba a la entrada y bloqueaba la puerta.
Estaba usted más atractivo disfrazado de alcornoque me contestó intentando aparentar tranquilidad y sin soltar de su mano el informe.
¿Disfrazado de qué? me aproximé con cautela, atento a los posibles movimientos de sus manos, hasta arrebatárselo de un tirón certero.
De alcornoque repitió ella levantando sus brazos en señal de rendición En mi pueblo los hay a cientos. Les sacan el corcho de los troncos, dejándolos desnudos de cintura para abajo, como usted cuando entré continuó, esforzándose en desdramatizar la situación en la medida de lo posible.
Pues ahora este alcornoque recupera parte de su corcho le dije tapando por un momento mis genitales con el informe ya sólo falta recuperar las imágenes que, a buen seguro, ya habrá enviado a sus compinches. Deme su teléfono, por favor
No lo llevo encima, de verdad, puede comprobarlo si quiere ella seguía con sus manos a media altura El móvil lo dejo siempre en la taquilla, con mis cosas. Lo siento de verdad, señor. Yo comprendo su preocupación, pero esto no es lo que parece. Le aseguro que no era mi intención leer este documento. Lo que me pasa es que... hace una pausa cerrando los ojos y girando la cabeza a un lado y a otro mi problema es que no puedo reprimir la curiosidad, porque yo también escribo ¿sabe? y cuando veo unos folios escritos pues... se me van los ojos.
Ya... ¿Y para quién escribe esta espía tan avezada y curiosa? Si puede saberse le pregunté mientras guardaba el informe en el maletín y sacaba el móvil de mi chaqueta, sin dejar de vigilar sus movimientos.
Pues es que tenemos una tertulia literaria unos cuantos amigos. Somos sólo aficionados, cada uno tiene su trabajo, yo... aquí me ves dijo tuteándome por primera vez Escribimos relatos y nos juntamos a leerlos cada dos miércoles. ¡Por favor no digas nada en el hotel, me despedirían! —exclamó al ver que marcaba en el teléfono.
No llamo al hotel.
¡Ni a la policía, por favor! Yo no sabía que eran tan importantes esos papeles, de verdad —le tembló la voz y me miró con ojos suplicantes.
Estoy llamando a mi servicio de seguridad; están abajo en el hall. No les va a gustar nada que les dé un asuntito más, están muy atareados últimamente. Aunque tú se lo puedes facilitar si me dices para quién demonios trabajas.
Ay, no, por favor te lo pido, no llames.
En ese momento dejé de marcar. La mujer se había descompuesto. Yo no sabía ya qué creer, porque la imagen frágil y tierna con que me suplicaba no se correspondía en absoluto con aquel comportamiento tan frío y sospechosamente formal de cuando entró. Tal vez decía la verdad y no era más que una limpiadora de hotel con aficiones literarias. Por otro lado pensé también en los perjuicios que, sin duda, me iba a ocasionar si en el Ministerio se enterasen de este incidente. Me pedirían explicaciones por no haber custodiado adecuadamente un informe que, una vez revisado por la Secretaria de Estado, sería clasificado como alto secreto de estado.
No sé qué pensar. Me juego mucho en esto ¿sabes? le dije aún dubitativo.
De verdad que lo siento muchísimo. ¿Cómo iba yo a imaginar? dijo ella mientras se acercaba y apoyaba su mano en mi antebrazo.
Creo que entonces, con el suave contacto de su mano sobre mi piel, se hizo para los dos más evidente mi desnudez y, no sé ella, pero yo sentí de repente algo de vergüenza, aunque aguanté el tipo sin que se me notara.
Es la primera vez que me encargan un informe de tanta importancia. No puedo correr riesgos, compréndelo; me tienes que decir qué es lo que has leído de este informe. Te ha dado tiempo de leer un buen trozo ¿no es cierto?
Sólo el principio... bueno... y un poco de en medio.
¿Te lo has leído entero? ¡Las setenta páginas! Pues sí que eres buena lectora, porque mi ducha ha sido rápida.
No, lo he leído muy por encima. Pero me hace gracia que hables de "la defensa de nuestro sistema de vida", cuando en realidad te refieres a la defensa solo de... de los más favorecidos, o sea de los ricos y de sus empresas... comentó dejándome anonadado.
¿Eh...? Vamos a ver, un momento... O sea que no sólo lo has leído sino que lo has estudiado a fondo. Es increíble me senté en una de las dos butacas junto a la ventana mientras le señalaba la otra Hazme el favor, siéntate y me cuentas qué has entendido de todo el informe.
No puedo quedarme más tiempo, perdona, me echarían en falta enseguida; tengo que hacer todas las habitaciones de esta planta antes de las doce, si no me la cargo. Pero si quieres que te diga la verdad, no estoy de acuerdo en ninguna de las propuestas. No sé para qué tanta vigilancia en todos los sitios. Lo podría comprender en los centros oficiales, pero de ahí a poner cámaras en todas las calles, en cada esquina, me parece absolutamente demencial; sistemas permanentes de localización de personas, ¡inspectores camuflados en cada edificio...!
Pues claro, es un plan similar al que ya está funcionando en toda China. Este hotel, por ejemplo, por ser de cinco estrellas, y a pesar de estar en medio del campo, pasaría a tener una cobertura de vigilancia de nivel 3C; de esta forma lo que nos ha pasado hoy...  quiero decir... que tu hayas podido leer este informe, no hubiera sucedido, porque ahí le dije señalando la salida del aire acondicionado hubiera habido una microcámara oculta que, sabiendo que hoy iba a alojarse aquí un alto funcionario de la Secretaría General, o sea yo, hubiera estado conectada al sistema de alertas especiales categoría 5, de vigilancia 24x7 y acción inmediata, además lo hubiera grabado todo, por supuesto, como prueba testimonial.
No me digas... Pues sí, sí, me parece genial... y ahora me echarían del trabajo por estar aquí charlando tranquilamente con un señor desnudo cuando tengo todas las habitaciones por hacer.
Fantástico, veo que lo has entendido le dije subiendo el dedo pulgar para indicar su acierto.
Me tengo que ir. Ha sido un placer; y lamento de verdad lo ocurrido se dirigía ya a la puerta cuando la interpelé:
Perdóname un momento. Déjame que te aclare una cosa ella se volvió con resignación Daré por cierto que no eres espía. No voy a llamar a Seguridad, aunque estaría obligado a hacerlo, pero tanto a ti como a mí nos metería en complicaciones, está claro —al oírlo su rostro resplandeció esbozando una sonrisa encantadora.
Pues muchas gracias, y de nuevo perdona.
Mira, escucha esto que te va a sorprender: Imagino que tras leer el documento pensarás que soy un gilipollas; pero yo tampoco soy lo que parezco. Es cierto que está escrito por mí, pero no pretendiendo que lo apruebe la ministra, no, sino todo lo contrario. Lo he escrito con ánimo provocador. Para evidenciar las contradicciones del sistema al oír esto dio un paso acercándose con cara de asombro Quiero que comprendan que no tiene sentido resolver la seguridad sin antes resolver muchos otros problemas, como la injusticia social, el hambre, las discriminaciones...
Exactamente me interrumpió porque son ya muchos siglos oprimiendo sistemáticamente a los pueblos, esclavizándolos; y donde se siembra amargura se recoge odio.
¿Has leído las propuestas finales? le pregunté.
Sí, son ridículas. Me parecen absolutamente demenciales.
Efectivamente. He demostrado, mediante un mero proceso lógico, irrefutable, que, partiendo de sus premisas, sólo se puede llegar a ese aberrante escenario de vigilancia total, de control absoluto sobre las personas, que describo en las conclusiones. La supuesta defensa de la libertad, según ellos la entienden, que no es otra cosa que la defensa de su egoísmo y su avaricia, nos llevará inevitablemente a la pérdida de las libertades individuales y colectivas más elementales, a un mundo abominable.
Eso es remarcó ella acercándose con ojos encendidos Poco a poco el sistema entrará en agonía, asfixiado por su propio celo. Así es como se perfila la decadencia de este Imperio del Capital.
Me mantuve unos segundos inmerso en la hermosura de ese rostro tan expresivo y a la espera de que mencionara el autor de la cita, pero no, la frase era de su propia cosecha.
Me encanta lo que has dicho y cómo lo has dicho. Tus aptitudes literarias están fuera de toda duda.
Gracias contestó si dejar de penetrarme con su mirada.
Me sentí seducido hasta la hipnosis. La hubiera besado desenfrenadamente. Habría acariciado cada centímetro de su piel navegado a la deriva bajo esa bata tres tallas más grande que ella. Pero en ese momento sonó mi móvil. ¡Mierda! Siempre en los momentos mágicos suena algún móvil que los interrumpe. Era la jefa, la ilustrísima Secretaria de Estado para la Seguridad, a la que reporto desde hace un mes (no sé muy bien por qué demonios se le ocurrió nombrarme su asesor, pero seguro que como resultado de alguna de mis provocaciones); me esperaba en la sala de reuniones para revisar conmigo el documento. De un tiempo a esta parte y por razones de seguridad, las reuniones se suelen hacer en distintas instalaciones militares; de hecho, los altos cargos apenas aparecen por el ministerio, sólo los empleados de bajo rango asumen el riesgo de un atentado. Sin embargo últimamente, la demencia de los que ostentan el poder les ha llevado a aceptar una propuesta mía mediante la cual se reúnen, nos reunimos, en hoteles apartados, reservando las habitaciones a nombre de supuestas empresas; se envían horas antes fuertes contingentes de seguridad camuflados y luego llegan ellos, llegamos, de incógnito.
Ahora soy yo el que me tengo que ir. Deséame suerte le pedí mientras guardaba el portátil y la impresora en el maletín.
La tendrás. Pero no vayas a ir así, vístete por lo menos de cintura para arriba, de alcornoque, que te sienta bien; si hacéis la reunión sentados alrededor de una mesa seguro que ni se dan cuenta —nos reímos.
Me temo que saldré tarde de la reunión ¿Te habrás ido?
Imagino que sí, pero no te preocupes, te encontraré, disfrazado de alcornoque, cualquier día, en cualquier hotel.

Llevo seis horas intentando provocar a esta pedazo de animal de melenita rubia y afilados zapatos. Pero la estrategia me ha fallado, es increíble. Ya sabía que era una mujer con pocas luces, pero no había imaginado su grado de ingenuidad. Ha seguido desde el principio la lógica atroz de mis argumentaciones asintiendo siempre con la cabeza. En ningún momento se ha sentido provocada ante la absurdez de mis propuestas, todo lo contrario, sugería endurecerlas más, siempre con el apoyo incondicional de sus babosos subsecretarios. Y así hemos llegado a mis recomendaciones finales que, lejos de escandalizarles, les han parecido perfectas cada una de ellas.
Estoy desolado. He decidido tomarme un descanso y reposar la mente mirando por la ventana. Ahora el sol se inclina por poniente y parece que quiere aportar algo de cordura a la reunión, colando su luz naranja y proyectándola sobre la pantalla en la que se ven, angustiadas de sí mismas, mis conclusiones finales. Tal vez ese sol nos transfiera un halo de esperanza. Pero no, esta animal va ha seguir al pie de la letra mis recomendaciones. He fracasado. No la soporto más. Encima ahora me dice que baje la persiana, porque el sol le molesta. ¿Que baje la persiana...? No pienso perder ni un segundo más, me largo.
Perdonad, tengo que ir un momento a mi habitación.
No espero al ascensor, corro escaleras abajo. A la mierda la Secretaría General, a la mierda mi puesto de alto funcionario de mierda. Me voy. Afuera me espera aún el sol para escondernos juntos más allá del horizonte. Seremos libres. Pasaré con él la mejor noche de mi vida.
¿Dónde vas con tanta prisa, alcornoque?
¡Anda, que sorpresa! Pues me iba corriendo porque he quedado con el sol, vamos a ir de juerga toda la noche.
Con el rostro iluminado de quien sale un viernes del trabajo, y ya sin la bata azul descolorida de tres tallas más, está verdaderamente preciosa.
¿Qué tal te ha ido en la reunión?
Fatal, creo que he perdido toda mi capacidad de provocación. ¿Y tú? ¿A estas horas sales de currar?
Ya ves.
Pero si esta mañana estabas tempranísimo ahí, dale que te pego, cambiando las sábanas a los alcornoques... Te explotan a conciencia ¿eh?
No más de lo normal.
Lo normal es que estés harta. Seguro que ahora necesitas, igual que yo, olvidarte de este mundo tan cruel. Te propongo una cena de gala: el sol, tú y yo; los tres solos.
Mmm... un alcornoque y el sol… la verdad es que no se puede pedir mejor compañía. Pero antes creo que estoy obligada a aclararte algo ha hecho una pausa para mirar alrededor y constatar que no hay nadie cerca Debo desvelarte un secreto; podré confiar en ti ¿no?
Absolutamente. Dime.
Se arrima en actitud misteriosa hasta hacerme sentir la agradable proximidad de sus labios que, tras un breve silencio seductor, me susurran:
Sí soy una espía.
Me he quedado perplejo un instante, cautivado por esa mirada suya tan serena y viva a la vez, que penetra en mis ojos a la espera de observar cuál será mi reacción.
Vaya... pues yo a ti ya no voy a poder desvelarte nada, porque desde el principio sabes que soy un alcornoque le tiendo la mano e iniciamos la marcha.