Thursday, 22 October 2015

Un reloj




Soy como un reloj; un reloj de los antiguos, no hay circuitería digital en mí, qué va, todo es mecánico. Tengo una maquinaria diminuta y precisa a la que doy cuerda todos los días, ella se encarga de transmitir vida a mis manillas.

Cuando miro hacia atrás, recuerdo lo largas que eran aquellas tardes de domingo. Raspones en las rodillas, sucias las manos de tinta escolar, comiendo el bocadillo sin parar de jugar, al rescate, a tula, al escondite... Deprisa giraba entonces mi manilla más fina, una vuelta y otra, siempre aprovechando cada instante al máximo, cabían tantas cosas en cada tictac...

Luego me hice mayor, y fue al ser padre cuando, de tantas vueltas dadas, aquella manilla delgada y larga, mi segundero, se desprendió. A partir de entonces han sido los minutos, tan escasos siempre, los que marcaron el compás, empujándome constantemente aquí y allá; el café, el coche, ese maldito semáforo, llego tarde a la oficina, el baño de los niños, ¿y qué os hago hoy de cena?

Ahora soy abuelo y acabo de perder otra manilla, mi minutero. No puede ser, se habrá caído en la mesilla de noche, a ver... pues no; en el baño tal vez... tampoco. Nada, tendré que acostumbrarme a vivir sin ella. Ya sólo me queda una, una manilla corta y ancha; bueno... esta va despacio, muy despacio, parece fuerte y, pensándolo bien, ha dado muchas menos vueltas, seguro que me durará más.



Antonio Bisquert 7-10-2015